No sabía quién era Grisha Perelman ni tampoco qué era la Conjetura de Poincaré. Hasta el otro día.

Juan Forn, escritor argentino fallecido en 2021, dirigió durante años el suplemento Radar de Página12, una revista argentina en la que acostumbraba a desvelar historias de personajes anónimos, raros, descatalogados de las páginas del mundo, genios cuyas vidas extremas estremecen al leerlas, artistas enloquecidos, escritoras suicidas, perdedores e historias de vida que te ponen los pelos de punta. Una de ellas es la de Grisha Perelman, matemático ruso de 57 años. Su prodigiosa mente fue capaz de resolver el problema indescifrable por antonomasia del mundo de las matemáticas: la Conjetura Poincaré, algo así como la posibilidad de poder transformar cualquier geometría tridimensional (sin agujeros) en una esfera perfecta. Ni puta idea. Pero Perelman lo hizo. Solo, sin publicarlo en revista alguna, sin revisión científica, pero con una formulación tan endiabladamente sintética que no dejaba dudas. Y en 2002 colgó la resolución en Internet. Entonces, el mundo matemático, que según Perelman carecía de brújula moral, tembló.

Tanto, que la Unión Matemática Internacional le concedió la medalla Fields, el Nobel de Matemáticas, y un millón de dólares de recompensa por el Premio Clay. Perelman rechazó el premio y el millón: “No estoy interesado en la fama o el dinero. Ni ser expuesto como un animal en un zoo”. Eso comunicó desde San Petersburgo, donde vive como un ermitaño en el barrio Kúpchino.

Dice Juan Forn en su libro “Yo recordaré por ustedes” que Perelman, al que confunden con un vagabundo, solo se mueve para escuchar ópera en el Teatro Mariínski. Luego vuelve a su piso de una sola habitación donde las luces están encendidas hasta la madrugada. A veces se oyen voces que parecen recitaciones poéticas pero son las ondas de los teoremas matemáticos a los que Perelman sigue enfrentándose.