Dice Alzorriz (PSN) que “derribar ese monumento también es derribar la memoria y nosotros queremos conservar la memoria para no repetir”. Se refiere a los Caídos, que fue erigido en 1942 para mayor gloria del bando golpista que asesinó a miles de personas en Navarra. La verdad, comprendo que haya opiniones que estén a favor de mantener el edificio por ahorro, por aprovechar lo ya edificado para darles otros usos, por resignificarlo –para mí imposible, es lo que es, esa cúpula significa lo que significa y lo seguirá significando aunque le pintes el arco iris–, pero no comprendo qué es eso de que si tiras el edificio tiras también la memoria.

No, es al revés: si tiras el edificio y construyes allá algo pequeñito o más grande que tenga o no relación con la Guerra Civil vas a tener mucha más memoria de lo que hay ahora, que hay poca. Porque ahora no hay memoria: hay insulto. Se insulta a los fallecidos del bando republicano, se les ningunea, se mantiene en pie una estructura erigida para gloria única de unos y escarnio de otros. No hay memoria, hay ensañamiento.

Memoria podrá haber si a las generaciones futuras se les enseña que en ese solar hubo un edificio infame que estuvo allí más de 80 años sin que nadie salvo unas pocas asociaciones memorialistas movieran mucho el dedo y que para sonrojo de la ciudad no se derribó hasta equis año por no sé qué de resignificar y de mantener la memoria.

No era una cárcel, no era un campo de concentración, no es un centro donde en la guerra sucediera algo que podamos explicar. Es una fiesta de cumpleaños de los vencedores pagada con el erario público y sostenida desde entonces con nuestros impuestos. No puedes resignificar esto, no hay memoria que guardar física de ello, hay muchos caminos para mostrar aquello sin necesidad de mantener ese insultante artefacto riéndose a nuestra cara de nuestras milindreces y legislaciones.