Verificar, contrastar y redactar la información sabiendo que nadie puede rebatirla; datos y hechos rigurosos y basados en fuentes fiables. Así nos enseñaron a escribir a los aprendices de periodistas en los años noventa. Antes de publicar nada, confirmarlo todo. Así hemos procurado trabajar durante más de treinta años. Es cierto que el ataque entre rivales políticos y su reflejo en los medios es más viejo que la pana pero lo era con ese proyecto interesado, esa irregularidad en la gestión, ese informe técnico desatendido en una adjudicación... fuera del plano personal. En cambio, en la era de la posverdad, en un mundo saturado de contenidos muchas veces sin contrastar, con las redes sociales desatadas, la veracidad está en entredicho. Y se mezcla todo, lo personal y lo profesional, sin ética alguna por parte de algunos seudoperiodistas.
Manos limpias, el falso sindicato que lo ensucia todo
En algún momento se pervirtió el periodismo y en ese ruido la extrema derecha ha sabido campar a sus anchas haciendo uso de sus propios medios-webs sin ética alguna. ¿Cuando decidimos no desenmascar a todos esos mercenarios que no son periodistas? Ya lo vimos con Trump en 2016 y sus medios alternativos. La difusión de bulos lleva demasiado tiempo normalizado entre la clase política del Estado y conectada con poderes políticos o económicos ultraliberales que odian a esa “izquierda comunista o separatista”. Los días en los que el presidente Sánchez se lo pensaba -y que por cierto creímos que al menos a su vuelta se sometería cuando menos a una cuestión de confianza- empatizamos con su hartazgo ante las seudo informaciones que salpicaban a su familia e incriminaban a su mujer.
Manos Limpias admite que su denuncia contra Begoña Gómez se basa en recortes de prensa que pueden ser noticias falsas
Aquello nos hizo reflexionar sobre el recorrido de esas fake news, falsedades y bulos difundidos a través de las redes sociales por influencers, pseudoperiodistas y trolstars, que terminan invadiendo los debates políticos y en los que la ciudadanía no distingue lo real de lo inventado. El punto de inflexión de Sánchez fue que un juzgado de Madrid atendiera una denuncia de Manos Limpias por informaciones basadas en recortes de prensa de determinadas webs y de la que la Fiscalía ha pedido su archivo.
Libertad de expresión sí pero no de difamación, dijo, aún sabiendo que no ha sido el único en sufrirlas (Irene Montero, la mujer de Feijoó, Colau...). Los buscadores de Google consiguen hoy que personas que nunca clicarían determinadas webs accedan a noticias “bulos”, en este caso, relacionadas con las actividades de la mujer de Sánchez y de su familia, sólo con poner sus nombres.
Webs que han acusado a Begoña Gómez de valerse del cargo de primera dama para supuestamente recomendar o avalar a empresarios que concurrían a contrataciones públicas, que hablan de las “saunas gays” de su padre y que cuestionan su currículum. Ya en 2022 se lanzó el bulo de que era transexual. El daño es evidente. Se empieza a cuestionar que medios cuyas prácticas son contrarias a la deontología periodística reciban dinero público, como es el caso de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Algo habrá que hacer porque el auge de la extrema derecha en Europa tiene mucho que ver con la desinformación y las elecciones están cerca.