Las corridas de toros de San Fermín de mi infancia tienen sonido de transistor. Mi tío acostumbraba a sentarse en la entrada de la casa para seguir la retransmisión del festejo. Las voces corrían escaleras arriba y empapaban el edificio de naturales, verónicas y pases de pecho. No lo digo con certeza, pero creo que en esa descripción de lances y evaluación de críticas no andarían muy lejos los Don Goyo, Estremad, Trujillo… La radio nos acercaba hasta la Cuenca los ecos de la plaza como antes había hecho el 6 de julio durante horas y horas ininterrumpidas con el Riau-riau, llevando la contabilidad metódica de las veces que La Pamplonesa interpretaba el Vals de Astráin. De aquellas tardes taurinas recuerdo en particular la narración de la lidia de un miura por Antonio José Galán, en 1973, en medio de una tremenda tormenta: mató a cuerpo descubierto, sin muleta para el engaño. Las palabras describieron desde la radio con fidelidad aquella tensión, como al día siguiente podía comprobarse en las fotos de los periódicos. Mi tío era incondicional de Manuel Benítez, ‘El Cordobés’, pero tras el escándalo que organizó en los Sanfermines de 1965 el torero ya no volvió más por aquí. Hoy, al fondo del desván de la casa, una caja con revistas taurinas conserva el testimonio de aquellos años. Las voces se las llevó el tiempo...