Justo hace un año los Sanfermines coincidian con la campaña electoral de las elecciones estatales. Era raro hablar de política en las fiestas, pero a veces toca. Antes y ahora. Y toca porque el tablero político está endiablado. Y ha sido sacudido por rupturas de conveniencia como la de estos días entre Vox y PP. Las sucesivas convocatorias electorales, tanto a nivel estatal como autonómico o europeo, han dejado resultados para todos los gustos. Sin saborear aún la victoria laborista en Gran Bretaña ha llegado hace una semana la voltereta electoral francesa. En ambos casos la izquierda ha tomado aliento en un panorama en el que la pujante ultraderecha genera a la vez una sensación amenazante, que por lo menos parece que ha servido para activar mayorías. No cabe duda que el llamamiento a frenar a la ultraderecha, los “no pasarán”, los frentes (viejos y nuevos) han sido eficaces en situaciones de emergencia social. Y hay quien ha sido hábil para polarizar el voto entre opciones maximalistas como si fuera un algoritmo dicotómico. Pero ahora toca hacer política en positivo. Crear puentes en vez de muros. Movilizarse a “favor de”, no solamente en “contra de…”. Consensuar. Acordar. Es el momento también de los matices. De contar con las pequeñas formaciones políticas, que enriquecen la paleta institucional al margen del blanco y negro. Ese es el reto.
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