Casi sin darnos cuenta, como si no fuéramos conscientes, nos hemos acostumbrado al horror y poco a poco el interés social y humanista ha ido decayendo. No es la primera vez. Es siempre los mismo, de compungidos y escandalizados a la parsimonia de nuestra comodidad occidental. Resulta, al menos para mí, imposible de asumir la matanza ilegal e inmoral de Israel en Gaza y Cisjordania.

Se analicen como se analicen las causas, las consecuencias y la realidad del conflicto en Palestina –no todos los israelíes ni todos los judíos comparten la estrategia del Estado de Israel en Palestina ni todos los palestinos la de Hamás–, nada puede servir de argumento justificativo para el asesinato indiscriminado de civiles, la gran mayoría mujeres y niños y niñas. Israel tiene derechos como cualquier otro Estado.

Pero tiene también obligaciones legales internacionales que incumple sistemáticamente sustituyendo las reglas generales por el fin justifica los medios para extender la ocupación ilegal de territorios y el genocidio y desplazamiento de los palestinos. El bombardeo indiscriminado de la población civil es ilegal en el Derecho Internacional.

Y la lucha contra Hamás no varía esa legalidad. Pero todo transcurre como si no ocurriera y quien tiene poder para detener el horror simplemente no lo hace. Apenas pequeñas gotas en el océano de hipocresía de un Occidente que hace tiempo que olvidó sus obligaciones políticas y éticas con los derechos humanos y los valores democráticos.