Navarra registra cada año alrededor de 1.500 casos de reacciones adversas a la ingestión de medicamentos y el 25% de ellas se diagnostican como graves. Y la estadística se refiere solo a los casos en que las reacciones negativas no se han producido de forma intencionada. No son pocas.

Hay diversas causas, desde los efectos secundarios que puede producir el propio medicamento a las reacciones que puede originar al combinarse con otros medicamentos o sustancias consumidos en el mismo periodo. Cada vez se soporta menos el dolor, ya sea físico o emocional. De ahí que el recurso de la pastilla para aliviar los molestos síntomas, por pasajeros que pudieran ser, siempre esté a mano. Hay personas que saben más de los medicamentos que lo que exponen los textos de advertencia que les acompañan. Auténticos profesionales de la automedicación. También es evidente que los grandes laboratorios y consorcios farmacéuticos productores obtienen una enorme ventaja de este estado de dispensa indiscriminada, introduciendo en el mercado medicamentos específicos que aportan muy poco valor añadido a otros existentes pero, bajo ciertas estimaciones de mercadotecnia y abundante inversión en publicidad, pueden aumentar sus ingresos y consecuentemente el gasto público.

A menudo, la calidad farmacológica no está en la proliferación de marcas comerciales, sino en un mayor rigor en la atención al paciente y acaso, para los de más edad, en una atención más personalizada que ayude a eliminar el consumo compulsivo de frascos y grageas. El abuso de estos medicamentos y la dependencia que generan está teniendo resultados fatales. Entre los propios médicos crecen las voces que advierten de los efectos de la sobre medicación actual. Siempre he pensado que los medicamentos –aquellos que se recetan para tratar una enfermedad puntual y pasajera–, incluyen un exceso de pastillas o sobres. Casi siempre sobra una buena parte de la caja que acaba engrosando el inventario de esa pequeña farmacia que se va formando en cada casa. ¿Para qué ir al médico si ya sé lo que tengo y tengo aquí mismo el remedio?

Quizá se pudiera recetar únicamente la dosis necesaria para el tratamiento que anule los efectos de la enfermedad cuando no es crónica. Evitaría la automedicación y los boticas caseras, los riesgos para la salud que ello supone y reduciría el gasto farmacéutico, que en Navarra supone ya algo más del 20% del total de la inversión en sanidad. Es un hecho que por diferentes razones (envejecimiento de la población, nuevas necesidades y enfermedades, etcétera) el coste de la atención sanitaria es ascendente en los últimos años. Y a la vista de los datos y las comparaciones, ya no sólo con Europa, sino con otras autonomías es lógico y necesario que crezca.

Esto no está reñido con una eficiencia en la gestión y un control del gasto farmacéutico. Quizá habría que desplazar el concepto de “eficacia” o “gasto” del centro del debate y sustituirlo por los de “equidad” (igualdad de acceso al sistema de salud pública) e “inversión”. E invertir también es seguir destinando recursos a generar hábitos saludables de vida y a la prevención. La salud, la educación y los servicios sociales son inversiones de futuro para la cohesión social y la capacidad de generar riqueza, prosperidad y cohesión social.