La decisión del candidato opositor venezolano, Edmundo González Urrutia, de abandonar su país y exiliarse en el Estado español, adonde llegó ayer y recibirá asilo político, supone un salto cualitativo en la crisis abierta tras las elecciones presidenciales y en las consecuencias de la dura represión del régimen chavista para mantenerse en el poder sin haber probado aún su victoria en las urnas frente a las fundadas acusaciones de fraude. Pese a que su huida es comprensible dada la persecución a la que está sometido, el exilio del cabeza visible de las fuerzas que aspiran a acabar con el autoritario sistema de Nicolás Maduro no facilita, en principio, una salida democrática al conflicto.
La líder opositora, María Corina Machado, justificó la decisión en que el exilio era necesario por cuanto la vida de González Urrutia “corría peligro” ante la ola de represión iniciada por el Gobierno venezolano, que intentaba “silenciar” y “doblegar” al que considera “presidente electo”. Según se supo ayer, el candidato ha estado escondido durante un mes en la embajada de Países Bajos y posteriormente ha permanecido “un tiempo” en la sede diplomática española en Caracas, después de que la Fiscalía de Venezuela emitiera una orden de detención contra él al no haberse presentado a las tres citaciones requeridas, bajo la acusación de graves delitos de usurpación de funciones, “forjamiento de documento público” al publicar las actas que le darían como vencedor en las elecciones, instigación a la desobediencia de leyes, conspiración y sabotaje, entre otros.
La dura represión y persecución llevadas a cabo por las fuerzas chavistas, los arrestos arbitrarios y el acoso incluso a embajadas donde se encuentran dirigentes opositores y la amenaza real de encarcelamiento bajo graves acusaciones han llevado a Edmundo González a elegir el exilio, como antes hicieron otros líderes como Juan Guaidó o Leopoldo López. La ONG Foro Penal calcula que hay 1.800 personas detenidas en Venezuela por razones políticas y la oficina de la ONU para los Derechos Humanos ha denunciado que las elecciones de julio han derivado en un “clima de miedo”. Con González Urrutia en Madrid, el necesario diálogo para una solución que respete la decisión de la ciudadanía venezolana se antoja más difícil y puede significar otra victoria política y una demostración de fuerza de Maduro.