Su nombre ya formaba parte de la moderna historia de Europa. Mario Draghi ha sido protagonista de la última década de la Unión Europea (UE) como presidente del Banco Central Europeo de 2011 a 2019 y, con ello, la persona que tuvo que salvar al euro de las consecuencias en nuestro continente de la crisis financiera provocada por la caída de Lehman Brothers en 2008 en Estados Unidos. Super Mario o el mago Draghi son calificativos que su gestión le ha granjeado entre sus defensores. La realidad es que este economista italiano, más del sistema que el propio sistema, ha escrito su postrera sentencia sobre el proyecto común europeo que representa hoy la UE. El informe sobre la competitividad de Europa, encargado por las instituciones europeas, parte de un tenebroso diagnóstico de situación, un amplio repertorio de medidas a tomar – 170 – y una sentencia condenatoria de no ser capaces de ponerlas en marcha y completarlas. Si no reaccionamos para acercarnos a EEUU y China, Europa está condenada, si no a la muerte si a “una lenta agonía”, ha sentenciado.
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Diagnóstico autocrítico
Más allá de las crudas realidades estadísticas que dejan bien a las claras que cada día estamos más lejos de nuestros competidores mundiales, Draghi enuncia tres males endémicos de nuestra forma de actuar: 1º) nos falta foco, ponemos objetivos comunes, pero no establecemos claramente las prioridades, ni damos seguimiento a las acciones políticas conjuntas; 2º) Europa desperdicia sus recursos comunes, tenemos un gran poder adquisitivo, pero lo diluimos con instrumentos nacionales y 3º) Europa no coordina lo que importa. Para darle la vuelta a la situación, propone también tres deberes: 1º) y la más importante, Europa debe poner foco en cerrar el gap de innovación con EEUU y China, especialmente en alta tecnología. 2º) hay que poner en marcha un plan conjunto de competitividad y descarbonización; y 3º) tenemos que aumentar nuestra seguridad y reducir nuestras dependencias externas.
Hace falta mucho dinero
La madre de este cordero no es otra que cómo poder poner en marcha las medidas que sean más o menos acertadas se requieren para los objetivos que marca Draghi. E inequívocamente todas pasan por la inversión, una enorme e ingente cantidad de inversión. En una especie de absurdo bucle, resulta que todas las recetas neoliberales que nos han traído hasta aquí, acaban en una política keynesiana clásica que todo lo fía a que los poderes públicos inviertan y se endeuden para que lo privado cobre sus intereses en préstamos y las empresas mejoren sus beneficios. Y la petición la hace un tecnócrata que fue vicepresidente europeo de Goldman Sachs, uno de los grandes bancos de inversión privados del mundo. Por tanto, pasa la pelota a los políticos para que les digan a sus gobernados que se tienen que gastar sus contribuciones en impuestos de ahora y de las generaciones futuras en no perder el tren de economías tan insolidarias y poco democráticas como la estadounidense y la china. Nada menos que 800.000 millones de euros al año.
Estado del bienestar
De lo que casi no habla nada Draghi es de las diferencias de gobernanza entre las tres grandes potencias. EEUU es una democracia, pero regida económica y tecnológicamente por gigantes que solos tienen más valor, capital y beneficios, que muchos de los Estados miembros de la UE. Sus capacidades inversoras, por ello, nos superan porque además salvo multarles no somos capaces de paguen impuestos por lo que ganan en Europa. Y China es una autocracia, la mayor economía capitalista del mundo, regida de forma vertical, con el poder inversor del mayor Estado del mundo, sin nuestras reglas del juego y con los que venimos colaborando de forma cómplice, comprándoles todo a precio de saldo y deslocalizando nuestras industrias para que las empresas privadas europeas ganaran más dinero. En la UE convivimos 27 democracias, más o menos serias, que respetan, más o menos, los derechos y libertades, pero que tomamos decisiones a paso de tortuga porque respetamos nuestra diversidad, distintas identidades, valores y principios éticos. Todo ello muy difícil de homogeneizar y, sobre todo, de armonizar para caminar a un solo paso y ritmo rápido. En estas, lo que Draghi, convertido en dios del Olimpo, nos plantea es si podemos seguir siendo el territorio de las libertades y del Estado del Bienestar y a la vez competir con aquellos que todo eso les importa un bledo. Puestos así en el disparadero, toca ahora tomar decisiones.