Más allá de la mayor o menor credibilidad que cada cual conceda al Centro de Investigaciones Sociológicas –está en cuestión siempre, gobierne el PSOE o el PP–, el barómetro de septiembre ha puesto en el primer lugar de las preocupaciones ciudadanas a la migración. Un asunto que antes del verano ocupaba el noveno o décimo lugar de la lista de inquietudes ciudadanas, se ha disparado hasta ser citado como primera preocupación por el 30% de los encuestados.

Es cierto que esos mismos entrevistados al ser interrogados por sus problemas personales solo el 13% mantienen como primera opción la migración que cae muy por debajo de cuestiones como la vivienda, la economía, la calidad del empleo o la sanidad... Es también desolador observar las preocupaciones que se sitúan en los últimos lugares de la lista, desde la falta de industrialización a la democracia, los impuestos, la justicia o la violencia machista. Habrá diversas causas que puedan justificar este cambio, pero –además de las preguntas del sondeo que ya dirigen las respuestas hacia un lugar buscado como en todas las encuestas–, la desaforada campaña desatada desde Vox estos meses de verano, y seguida en toda su dureza por el PP por temor a que la ultraderecha le siga comiendo terreno electoral, tiene mucho que ver.

La migración ha dictado buena parte de la agenda política y del debate en los medios durante semanas. Los informativos se llenaron de espacios dando cuenta de una llegada masiva de personas migrantes como si fuera una invasión que no ha existido. Una nueva campaña de intoxicación y manipulación masiva de la opinión pública azuzada desde las derechas y alimentada en los medios y tertulias. La inestabilidad y lo imprevisible forman parte de la agenda política actual y nunca es por casualidad. La migración ya ofrece réditos electorales en toda la UE y la ultraderecha ha sabido cultivar esos discursos para ganar cada vez más espacio social y electoral. El viaje de ayer de Feijóo a Italia para encontrarse con la fascista Meloni y asumir el mismo discurso racista y ultra que encumbrado a golpe de bulos y falsedades la migración como un problema.

Tampoco la política migratoria del Gobierno de PSOE y Sumar, con Marlaska acumulando un desastre tras otro, ha sido capaz de poner en marcha una estrategia eficaz para gestionar la llegada a las fronteras de personas migrantes. No ver eso es no haber visto que la extrema derecha ya ocupa el poder en parte de Europa con la misma agenda que parece un compendio de banalidades, pero que en realidad es, y está siendo de hecho, un profundo programa político de regresión antidemocrática con una ideología reaccionaria de bases autoritarias. Que el dedo no nos impida ver la luna.

La idiotez de un niño sin educación se puede superar fácilmente con educación. Pero el racismo como actitud humana, política y también mediática es lo peligroso. Escribí hace solo unos días en esta misma columna unas letras sobre los delitos de odio y la batalla cultural. Cuando el poder de la mentira y de la desinformación se manejan como información oficial y se imponen en las agendas del debate público se distorsiona la realidad de los verdaderos problemas de la sociedad, alimentan el desapego a la política y debilitan la confianza en la democracia.