En Donosti estos días se respira cine por toda la ciudad, en Iruña nos quedamos con el olor a barbacoa de la Champions Burger. Allí, hay colas para comprar entradas para ver un estreno del Festival y con suerte que la película sea la futura Concha de Oro; aquí, para conseguir una hamburguesa que tal vez sea la que se lleve el premio estatal. Tan lejos, tan cerca. Para todo tiene que haber público, eso es verdad, pero no deja de ser curioso. Aunque este evento también estuvo con éxito en la ciudad del cine y en otras muchas.
Serán las redes, será el no querer perderse algo que es multitudinario allí por donde pasa, o sin más, el placer de probar algo que difícilmente repetirás. Pero lo cierto es que ver estos días el parque Runa es una imagen más sanferminera que otoñal. Miles de personas están desfilando por este evento atraídas por ese olor a hamburguesa que se ha colado en la ciudad. Y parece, por lo que dicen, que salen contentos y muchos repiten. No es raro. Por aquí el éxito está garantizado en cada cita que tiene la gastronomía como protagonista.
Pero quizás estaría bien replantear si este tipo de eventos masivos deben emplazarse en el corazón de un barrio como la Rochapea, en uno de sus pocos parques, el mismo que ya queda siempre arrasado tras los Sanfermines por las barracas y que ahora nuevamente volverá a quedar en mal estado después de más de diez días de un uso multitudinario. Por no mencionar los problemas para el vecindario y el tráfico, pese al esfuerzo por regularlo. En definitiva, que no solo los que hacen cola y consiguen la hamburguesa se queden contentos, sino toda la ciudad.