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A la contra

Jorge Nagore

Amores y odios

Amores y odiosJavier Bergasa

No sé por qué ocurre, por qué clase de resorte humano, pero ocurre. Me refiero a esa especie de sentimiento de cuasi propiedad que el aficionado de un equipo, pongamos Osasuna, siente –aunque sepa que no es así– acerca de las carreras de los jugadores que juegan en su equipo, equipo al que ama tanto que hace que ese amor se transmita también hacia quienes llevan su camiseta a nada que se dejen un poco de alma peleando por ella y que luego, a saber por qué, se puede llegar a convertir en odio y repulsa si el jugador, que es un ser humano con sus intereses al margen del amor que sientan hacia él, va hacia otros lugares.

Pasó en verano con David García, al que algunos –no muchos– tildaban de pesetero, cuando, lógicamente, ninguno de ellos –ni ninguno de nosotros– vamos a estar jamás en su posición, con lo cual vamos a poder decir con total tranquilidad que nosotros no iríamos a un sitio que nos quintuplique el sueldo y solucione nuestra vida y de varias gentes más a nuestro alrededor. Ha sucedido con Chimy, al que se pedía que se dejase el alma y las rodillas y que no mostrase cercanía a tal –si haces ciertos acercamientos eres más aceptado, lo sabemos todos– y que el otro día nos metió un gol y lo celebró, después de recibir sonoras pitadas e insultos.

No tengo gran aprecio por el Chimy –ni desprecio–, pero a los jugadores que juegan con la camiseta de mi equipo lo único que les pido es que cuando lo hagan se dejen todo lo que llevan dentro, que cuando se vayan intenten dejar algo también bueno para el club y que cuando nos visiten sean respetuosos, sin decir burradas. No celebrar, bla, bla, bla, me parecen posturas de bienquedas. Y luego las comparaciones: pues menganito se quedó. Se habría quedado porque le compensaría de alguna manera, como a otro irse. Y ya está, sin grandes dramas ni tragedias. Mientras estés aquí, a tope, luego, paz y amor. O simple pasotismo.