Quizá la horrorosa salida de Errejón de la política tenga consecuencias que ahora no son predecibles en la misma política. Errejón era, o al menos parecía ser, una persona con alta capacidad didáctica, como buen profesor de Ciencias Políticas, de transmitir su discurso a los ciudadanos. Al mismo tiempo, la realidad es que su recorrido político ha sido una suma de fracasos pese a haber estado bien cuidado por los poderes fácticos de los medios en teoría progresistas de Madrid.
Para mí y desde la lejanía, ha sido inevitable percibir que detrás de su palabrería política y su imagen mediática tenía una cara oculta como la Luna, aunque nunca pensé que esa desconfianza no sé si hacia el personaje o la persona tuviera que ver con lo que ahora se ha hecho público. El terremoto por las acusaciones de acoso sexual y violencia machista que se están acumulando, que señalan la sordidez de la historia esta, tendrá el futuro penal que judicialmente se demuestre.
Ya Errejón es un muñeco muerto más de la política. De quien pasa por el servicio público y se acomoda a un modo de vida que poco tiene que ver seguramente con sus orígenes y posiblemente con sus propias expectativas y principios ideológicos de inicio. Lo que, en cualquier caso, no le exculpa de ninguna de las fechorías que haya podido cometer. Como a otros machistas y corruptos de la política. El caso de Errejón deja además dos problemas en el horizonte cercano. Una vez que salta a la opinión pública su renuncia y las causas ocurre que todo en mundo en Madrid lo sabía. Políticos, periodistas, compañeros de partidos, tertulianos y demás.
Tampoco es la primera vez que sucede esto. Hay ejemplos varios e importantes anteriores. El más claro el de Juan Carlos de Borbón, del que todo dios sabía de sus andanza, manejos, salchuchos, fraudes y costes para el erario público y todo ese diós no sólo callaba, sino que se dedicaba a blanquear la imagen del tipo. O el caso Nevenka –ahora se puede ver en cines y merece la pena–, donde el PP no sólo cerró filas y defendió al acosador, sino que llamó a la movilización ciudadana contra la víctima en defensa del victimario. La postura del PP ahora es otro ejercicio de hipocresía más, tratando de hacer una causa general contra el feminismo a costa de la desastrosa historia personal de Errejón. Es acojonante ese ecosistema de juego de poderes, ya sean políticos, mediáticos, financieros, judiciales, empresariales, deportivos, culturales, etcétera que anida en la Madrid, donde todo se sabe y del que todos son partícipes en sus cenáculos y reservados, pero en el que todos miran para otro lado, porque los intereses particulares siempre tienen más valor que los generales y comunes.
También pone en evidencia la crisis en que está inmersa la izquierda española. No sólo ahonda en la inestabilidad interna de Sumar, ya debilitado por las divisiones de los partidos que conforman el proyecto y un liderazgo, el de Yolanda Díaz, que no tiene alcance social, sino que señala también la decadencia de Podemos, del que Errejón fue fundador junto a Pablo Iglesias y Monedero. Y, seguramente, la salida de Errejón añadirá un elemento más de incertidumbre al incierto presente, con los Presupuestos del Estado por negociar y aprobar, y futuro del Gobierno de Sánchez con una mayoría parlamentaria en el Congreso que cada vez ofrece muestras de mayor fragilidad.