A la vez que emocionante y admirable, es también lógico que tras la tragedia haya vuelto a aflorar en la sociedad buena parte de lo mejor que tiene el ser humano, que no es sino solidaridad, empatía, compasión y capacidad de ayuda. No diré eso de que solo el pueblo salva el pueblo porque no es así y porque los funcionarios que curran a destajo son también pueblo y los ponen a trabajar los políticos, a quienes los elige el pueblo, pero sí que brilla su actividad y que gracias a ella muchas carencias de estos primeros días y semanas se van satisfaciendo más rápido.
Forma parte de la naturaleza humana ayudarse en situaciones límite y ofrecer tiempo y bienes a quienes se han quedado sin nada. Nos cuesta más, como supongo que también es lógico y humano, ofrecer esa cara cuando no hay tragedias pero sí situaciones evidentes de desigualdad, abuso o precariedad. Ahí vamos más cada uno a nuestro aire, pero también hay gente que sigue organizada y arrimando el hombro y acercando su ayuda a los bancos de alimentos, oenegés, donando, ofreciendo su tiempo y etc, etc.
Siempre lo he dicho: lo mejor de la sociedad son esas personas que ven más allá de sí mismas y ayudan a los demás. Estos días Valencia es un poco la punta del iceberg y confiemos en que se mantenga el tiempo necesario para que quienes más han perdido y menos tienen puedan ver el futuro de una manera menos tenebrosa. Mientras, siguen campando a sus anchas los que lanzan bulos, aprovechan el viaje para llenar sus bolsillos o para arrimar el ascua a su sardina. Confío también en que la legión de buenas gentes que pueblan las redes sociales los desenmascaren uno a uno, periodistas y políticos incluidos, empezando por Felipe González y su bulo de que Pedro Sánchez dijo, literalmente: si necesita ayuda, que la pida. Algo muy alejado de la frase real y del tono utilizado. También hay mala gente. Y no son pocos.