Es difícil de entender la decisión del Gobierno de Navarra de eliminar, por la vía de dejarles sin la mínima subvención pública que percibían –la partida presupuestaria de 70.000 euros más o menos se destinaba a pagar unos 900 euros a cada coro y banda participante–, del programa oficial los conciertos de música que ofrecen cada año en numerosas localidades con motivo del Día de Navarra.
El argumento del Gobierno es que esa línea de gasto se redujo en Parlamento en el debate de Presupuestos de hace un año y lo que quedaba de ella ha sido destinada a otras medidas vinculadas también con el Día de Navarra. Básicamente, el acto institucional de entrega de la Medalla de Oro –Mario Gaviria reunía méritos muy sobrados para haberla recibido en vida, ahora a título póstumo parece un mal apaño y quizá forzado–, y la presentación de la nueva imagen de la Marca Navarra. Una excusa pueril más que un argumento serio. Porque no es creíble que con una capacidad presupuestaria por encima de los 5.000 millones de euros para este año 2024 no sea posible sacar esa pequeña cantidad de cualquier otra línea. Hasta ahora al menos, las explicaciones del Gobierno han sido insuficientes, una especie de cierre de ese programa por la puerta de atrás, y no han evitado el malestar que ha originado en ese sector musical de Navarra.
De hecho, esos conciertos y otras actividades populares que se organizan y celebran ese día 3 de diciembre, con una importante afluencia de público en muchas localidades, representaban el Día de Navarra a una parte importante de la Navarra real disfrutando con la música y el canto de la festividad. Mucho más, sin duda, como otros actos y celebraciones populares que salen a las calles ese día, que la Navarra real limitada que suele acoger el acto oficial. La Federación de Coros ya ha organizado por su propia cuenta actos para mantener la tradición y al menos 30 coros celebrarán conciertos en un Día de Navarra alternativo. También los ayuntamientos impulsarán por su cuenta conciertos con sus bandas de música, de forma que no se perderá, al menos este año, esa parte de cultura que completa la jornada festiva. Todo ello suponiendo que no haya habido también la intencionalidad idiota de eliminar definitivamente del programa oficial esas actuaciones.
Puede parecer una cuestión menor y anecdótica, pero genera inevitablemente malestar en miles de navarras y navarros que se ven afectados como participantes o como asistentes y que son los que cada tiempo rellenan las urnas de papeletas. Es un ejemplo de que en tiempo de Presupuestos quien no llora y protesta con mucho ruido no mama de la ubre pública lo poco que haya para repartir. Y otro ejemplo que transmite la sensación de que últimamente el Gobierno parece haberse dormido en placidez de los laureles.