Ayer fue el Debate sobre el Estado de la Comunidad de Navarra, que es algo que recuerdo en su día como algo interesante a nivel nacional. Quizá nunca fuera interesante y lo que pasaba es que era joven y me interesaban ciertas cosas o era la novedad o yo qué sé, pero los veo hoy –tanto el navarro como el nacional– y encuentro poco o nada que se salga de los guiones ya preestablecidos que tienen los partidos, tanto los que mandan como los que habitan en la oposición.

Aquí en Navarra el pescado está muy vendido y un Debate de la Comunidad suele servir para simplemente llenar unas horas de actualidad y poco más, para que Chivite haga un repaso de situación y anuncie dos o tres cosas con no mucha enjundia, para que las bancadas amigas asienten y añadan alguna pequeña queja y para que la oposición continúe en su camino de oposición frontal ya conocida por todos. Y nada más.

Es, si se me permite, un gasto de tiempo y de energía para todos aquellos que se ven salpicados por el evento, puesto que no sirve para obtener rendimiento real ninguno para el ciudadano de a pie, que sigue inmerso en tratar de no volverse loco entre los precios, la locura que es la información diaria, la incertidumbre del futuro –nos creemos que no, pero la gente cuando lee que si Volkswagen, que si Sunsundegui, que si esto o lo otro, pues se inquieta. Y aunque no te toque de lleno, te inquieta– y a ver si me cogen el teléfono o no para la cita médica. Cada vez es mayor el abismo entre las personas y lo que pasa en el Parlamento de Navarra, siendo, como creo que es, necesario y vital. Pero pocas veces o casi ninguna emana de ahí algo que te levante de la silla o ves que unos y otros se puedan poner de acuerdo aunque sea alguna vez en los asuntos principales. Ves unas posiciones inamovibles, unas escenificaciones y unos mensajes y podrías imaginar sin desviarte un 3% el debate de 2025, 2026 y así.