Hay dos formas de ver y analizar la realidad política y social en Navarra. Una muestra un Gobierno estable y sólido que va por su sexto presupuesto aprobado de forma consecutiva. Con algunos problemas estructurales pero que no son diferentes a los de otros territorios.
Una perspectiva claramente optimista que este jueves ha hecho suya la presidenta del Gobierno, María Chivite, en el marco del debate sobre política general. La dirigente socialista ha dibujado un oasis foral en un contexto internacional de incertidumbre y en medio de un panorama estatal marcado por una bronca política permanente. “Somos un Gobierno estable que funciona y avanza, y que genera confianza en la ciudadanía”, reivindica la presidenta.
Una Navarra que ofrece un escenario estable, con ingresos sólidos gracias al régimen foral, crecimiento económico y buenos datos de empleo. Y que contrasta en medio de un contexto mundial en el que se están abriendo paso la “antipolítica” y el “desprestigio de las instituciones”. “La desinformación, la demagogia y el miedo están en el servicio del antipolítica. Lo que está en juego es la misma democracia”, ha advertido Chivite.
En frente están quienes ven un Gobierno carente de iniciativa y que tiene como bagaje la pérdida de calidad de los servicios públicos. Navarra crece y crea empleo, pero lo hace en menor medida que el resto de comunidades. Y ha visto dilapidada su imagen en el exterior por una década de políticas erróneas.
Una visión crítica que reivindica el principal grupo de la oposición, UPN, que acusa al Ejecutivo foral de no acaba de dar con la tecla para arreglar las listas de espera ni el alto precio de la vivienda, inerte ante una coyuntura económica inestable en el que las tormentas asoman en Alemania y amenazan la industria. Y preso de un discurso progresista que no acaba de calar en una parte cada vez más importante de la sociedad. “Chivite es una auténtica negacionista de los problemas y las dificultades que tienen miles de navarros y navarras”, señala Javier Esparza.
Dos visiones opuestas para una realidad mucho más policromática matizada por los socios del Gobierno, que si bien cierran filas con el Ejecutivo foral muestran un perfil diferenciado. Con discursos propios en fiscalidad, política social o servicios públicos, Geroa Bai, Contigo-Zurekin y EH Bildu evidencian diferencias, pero dentro del marco que ofrece una alianza política y parlamentaria cada vez más consolidada. El 30-20 que dibuja el electrónico del salón de Plenos sigue siendo inamovible.
Entre la estabilidad y la rutina
Hace ya seis años desde que Chivite accedió a la presidencia del Gobierno y prácticamente todo, de la aritmética parlamentaria a los discursos de la oposición, suena rutinario en un debate como el de ayer. Excepción hecha del tono esgrimido ayer por el portavoz de UPN, al menos en la sesión matinal. Quizá sea que Javier Esparza está fuera de la carrera en un partido que ahora mismo no tiene definido aspirante a la presidencia del Gobierno. O, que el discurso de confrontación total ya no tenga más recorrido ahora que Vox hace competencia en el flanco de la tierra quemada.
La crítica de UPN pudo ser severa, argumentada con datos y enfatizada. Sin necesidad de recurrir a los calificativos ni las faltas de respeto que tristemente se habían convertido en habituales. Esparza incluso mostró una mano tendida, más efectista que real, pero que acabó diluida en la refriega dialéctica en la que derivó la sesión vespertina. Una vez más con dos bloques definidos a izquierda y derecha del arco parlamentario.
El Gobierno no va a cambiar ni tampoco tiene motivos para hacerlo. “Iniciamos un camino hace seis años y no vamos a dar ni un paso atrás”, garantizó Ramón Alzórriz. El PSN se ha quitado los miedos y su nueva mayoría, la que aporta estabilidad a Navarra y a su Gobierno, se ha convertido en rutinaria. Y aunque es posible que en días como ayer resulte un tanto anodino, siempre será mejor que cualquier otra alternativa que, visto el panorama internacional, resulta inquietante.