Dicho así, a la brava, puede sonar erróneo de puro exagerado, pero creemos que llegará un día –o, más bien, una década– en el que a los éxitos en la Liga de Naciones se les dará más valor que a los de la Eurocopa.

Porque si se analiza bien ambas competiciones son, en efecto, la Liga y la Copa de Europa de selecciones. De un lado, la Eurocopa, cuyos finalistas juegan siete partidos (en los tres o cuatro primeros les tocan uno o dos rivales mucho más débiles que ellos) y cuyo principal prestigio es la tradición, que se disputa desde 1960.

De otro lado, la Liga de Naciones: tres partidos más, hasta los 10, y sin rival pequeño, porque en la Liga A están los 16 mejores equipos del continente. Pero como su creación es tan reciente, y como al principio venía a sustituir a los habituales amistosos de preparación para las citas realmente importantes, se la ha considerado un torneo de segunda. De manera injusta.