La estonia Kristiina Poska, en la dirección, y la letona Baiba Skride, violín solista, han protagonizado el concierto que hoy nos ocupa. Su acercamiento a Fauré, Schumann (la violinista), y Sibelius ha estado marcado por la contención. Poska, desde el pódium, ha tenido sumo cuidado de no expandir demasiado lo sinfónico, y recogerse en Fauré; y, de igual modo, ha tenido a la orquesta bajo mínimos –en algunos tramos– para respetar el sonido del violín. Hasta tal punto que, en general, en varios momentos, las obras se han caído un poco, sin que los contrastes fueran tan rotundos.
Ciertamente, la suite Pelléas et Mélisande de Fauré, se presta a la intimidad y contemplación, pero también al fortísimo del preludio y al dramatismo de la muerte de Mélisande; y ambos polos podían haberse extremado más. Es una obra francamente bella al oído; con todos los aderezos sentimentales bien definidos: la cuerda acogedora, el oboe saltarín de la rueca, el conocido y pegadizo tema de la siciliana, con la flauta y el arpa impecables, y la marcha fúnebre, en versión un tanto tranquilizadora, más que dramática de la directora.
El Concierto para violín y orquesta de Shumann no suele estar entre los preferidos del público, ni de los programadores. Ni le gustó a su hija, ni a Joachim, para quien lo compuso. El eslabón perdido, dicen, entre Beethoven y Brahms. Y es que no brillan temas fácilmente aprehensibles. Baiba Skride luce un bello sonido en su instrumento, pero algo corto de volumen. La titular de la velada cuidó en todo momento de no taparla, reteniendo a la orquesta hasta casi el silencio. Nada que objetar a la técnica de la violinista, a su afinación, a la resolución del virtuosismo final, pero, quizás por la obra en sí, da la impresión de que la culminación romántica y de delicado lirismo, tan de Schumann, no nos acaba de satisfacer del todo, o, por lo menos, no tanto como en otras obras del compositor.
Kristiina Poska aborda la Quinta de Sibelius con algo más de contraste entre sus extremos, entre el matiz piano del comienzo de los reguladores y la apertura final de los fuertes. Pero, también, sin pasarse. Siempre controlando de que nada se expanda demasiado. La quinta de Sibelius cambia permanentemente de tiempo, con contrastes dinámicos y rítmicos hasta cierta sensación de fragmentación de la obra; exagerando un poco, como los fractales (avant la lettre); con partes que tienen vida propia (como teselas de un mosaico dice el propio compositor), y en las que está su estilo; y el conjunto que, al final reconocemos como de Sibelius plenamente, por ejemplo en la brillante coda del primer movimiento; por eso, es en cada sección en la que hay que incidir. Bien el andante. El allegro del último movimiento se acelera en la cuerda –bastante suelta– y contrasta con el tema solemne. Poska, al final sacó poderío a la orquesta.
Euskadiko Orkestra
Intérpretes: Baiba Skride, violín. Kristina Poska, directora. Programa: Obras de Fauré, Pelleas et Mëlisande. Shumann, Concierto para violín y orquesta. Y Sibelius, Quinta sinfonía. Lugar: Baluarte. Fecha: 19 de noviembre de 2024. Incidencias: Lleno (de 10 a 40 euros).