Fue a principio de los años cuarenta del pasado siglo, cuando River Plate deleitaba a la hinchada con el manejo del balón, tirando paredes, deteniendo el tiempo hasta encontrar un hueco en la poblada defensa. Por lo que he leído de aquel equipo, parece un apóstol del guardiolismo. No hay prisa, solo hay que esperar el momento. Su serenidad en el campo era pura angustia entre sus parroquianos. Ese grupo de futbolistas ha pasado a la historia como Los caballeros de la angustia. Y el apodo estaba más que justificado ya que otra de sus peculiaridades era que marcaba muchos goles cerca del final del partido, cuando el tic-tac del reloj aceleraba el latido de los corazones en la grada. Los cánticos nerviosos de la afición (“sale el sol, sale la luna; centro de Muñoz, gol de Labruna”) presagiaban el desenlace: victoria de River.
Ayer, mientras Osasuna caminaba hacia la vergonzosa eliminación a pies de un equipo de 1ª RFEF, Aimar Oroz ponía el balón al dictado de su cerebro. Intentaba transmitir pausa mientras que miles de voces escupían en la distancia a la pantalla del televisor con un apresurado “pasa, pasa...”. Huyendo de las prisas atolondradas, de atacar como pollos sin cabeza, Osasuna hizo un ejercicio de autocontrol. Creo que ya estaba el marcador 2-2 cuando Aimar pisó el balón en el medio campo y pidió a sus compañeros que pusieran a enfriar la sangre, que había que llevar la pelota al área del Ceuta cuando se abriera un espacio en la defensa. Finalmente la victoria no llegó en una pared o en un pase filtrado, fue un autogol al intentar despejar un balón alto. También vale. En nueve minutos, del 84 al 93, Osasuna remontó un partido imprevisto en el que lejos de imponer su superioridad, estuvo contra las cuerdas y al borde del KO. El Ceuta, a tono con las sorpresas registradas en esta segunda ronda con la eliminación de varios equipos de Primera, hizo ochenta minutos espléndidos, sin renunciar al ataque ni cuando tenía ventaja de dos goles. El fútbol fue cruel con ellos.
El fútbol también fue cruel con quienes menos minutos juegan en Osasuna. Lo que se ha dado en llamar unidad B ofreció un rendimiento decepcionante. Vicente Moreno les fue retirando del campo (que siendo el partido que era suponía retirarles la confianza que les había otorgado) y dando entrada a los titulares habituales. Primero, Aimar y Budimir, que marcó otro gol; luego, Areso y Rubén García, que asistió a Raúl García de Haro para el 2-2; y, finalmente, el reaparecido Kike Barja (solo había jugado 32 minutos en Chiclana), que rompió con mucho peligro por la banda izquierda. Será casualidad, pero los tres goles llegaron después de que el extremo entrara en el partido.
Dirán que este tipo de eliminatorias refuerzan el sistema de competición y son un gancho para la venta del torneo; pero también son una trampa para los profesionales, a los que llegan a sacar los colores futbolistas de salario mínimo interprofesional. Y también un compromiso para los clubes obligados a pasar eliminatorias y seguir tejiendo madejas de sueños. La final ya está más cerca. Bienvenida la angustia.
CONFIDENCIAL
A Braulio no le gustaba la forma de trabajar del Sevilla. Coincidiendo con la visita de Osasuna a Sevilla se conoció otra versión de por qué Braulio Vázquez no aceptó la oferta del club hispalense. Al parecer, le plantearon que tenía que trabajar con un sistema informático en el que habían invertido mucho dinero. Braulio dijo que o iba con su forma de trabajar o no iba. Y no fue.