Por mucho que lo intentes, y siempre que vivas con los ojos abiertos, cuesta cerrar el año quedándote con lo bueno, aunque lo desees de verdad. Sobre todo si lo que llega en estos últimos días de calendario son historias tan duras o más que otras que ya hemos vivido en este 2024 demasiado cargado de malas noticias. Como el reciente ataque de Israel en Gaza en plena Navidad, en el que murieron más de 20 personas, entre ellas cinco periodistas del canal de televisión Al Quds después de que Israel bombardeara su vehículo identificado como Prensa, aparcado frente a un hospital en Gaza, cerca de un campo de refugiados. Estaban allí, según informaciones recogidas por otros medios, porque uno de ellos además de trabajar iba a ser padre de su primer hijo y su esposa estaba ya ingresada para dar a luz. Una bomba le mató, como llevan matando a inocentes y a otros muchos periodistas. Desde que comenzó este brutal conflicto, más de 200 profesionales de medios palestinos han perdido la vida tratando de contar al mundo lo que de otra manera no podríamos ver ni saber. Hay que recordar que Israel apenas permite el acceso de periodistas internacionales en la Franja, para así tener controlada la información que sale al mundo y ocultar en muchos casos la verdad. Creo que no podemos ser conscientes de lo que ocurre en un lugar como Gaza, y en otras muchas zonas en conflicto, si no hay profesionales de la información que puedan desarrollar allí su trabajo en libertad y sin riegos. El periodismo ha sido, es y será un oficio esencial. Lo es cada día en cualquier lugar del mundo y lo es sobre todo allí donde se desatan las guerras. Según el informe anual de la Federación Internacional de Periodistas, el 2024 ha sido otro año especialmente duro ya que más de 100 periodistas han sido asesinados en todo el mundo, la mitad en Gaza. Sus muertes se suman a las de miles de civiles, igualmente dolorosas, pero sin ellos y ellas la guerra gana todavía más fuerza. Donde no hay ojos que cuenten lo que ven, donde nadie da voz a los que no pueden hablar, la mentira se instala más cómodamente. No corren buenos tiempos para el periodismo, ni en el resto del mundo ni aquí, donde vivimos una autentica guerra de desinformación. La profesión está sobreviviendo en un mercado y una sociedad que cada vez da menos valor a este trabajo. Un oficio imprescindible, que nos hace vivir siempre con los ojos abiertos, comprometidos con la verdad y con los derechos humanos. Ojalá 2025 sea un buen año para esta profesión, y si de paso llega cargado de buenas noticias, mucho mejor para contarlas.