La llegada de Trump de nuevo a la presidencia anuncia cambios profundos en el ecosistema político y socioeconómico mundial y en la geopolítica internacional que hemos conocido hasta ahora. Con la UE arrinconada y desaparecida y sin influencia en la toma de decisiones, EEUU y China marcan el ritmo y el rumbo.
De la mano de un importante apoyo popular en EEUU y acompañado de los principales líderes de la extrema derecha mundial, Trump ahondará, junto a los grandes magnates y oligarcas propietarios de las empresas tecnológicas y de las principales redes sociales, en ese capitalismo basado en la sobreexplotación de personas y recursos naturales y en la desinformación y los bulos que ya campa a sus anchas por los cementerios y fosas comunes del mundo. Cada año mueren millones de personas en guerras, conflictos o desastres naturales ante la dejadez internacional solo por la economía y la acumulación desaforada de riqueza.
Su entrada en la Casa Blanca coincide con la cita anual de Davos, que reúne cada año a los líderes de los negocios, los jefes de Gobierno, empresarios e incluso alguna que otra celebridad en eso que llaman Foro Económico Mundial. Una reunión a la que la Intermón-Oxfam replica también cada año con su informe anual que denuncia las desigualdades en el mundo. Este año bajo el título de El saqueo continúa, Intermón denuncia que la riqueza de los individuos más acaudalados del mundo creció en 2024 a un ritmo sin precedentes. Cada multimillonario engordó su fortuna en casi 1,9 millones de euros al día, un ritmo tres veces más rápido que el año anterior. Los datos vuelven a ser demoledores: la globalizacion neoliberal ha favorecido cuatro veces más a los más ricos que a los sectores más desfavorecidos.
Unos pocos acumulan la mayor parte de la riqueza mundial a costa de la pobreza, el hambre y la miseria de una inmensa mayoría de personas. Ni es economía, ni es libre mercado, es simple especulación, estafa y corrupción. El 1% más rico de la población mundial concentra más riqueza que el resto de la humanidad. Este fenómeno no es fortuito, sino que se sustenta en prácticas económicas extractivas, legados históricos del colonialismo y estructuras sociales profundamente desiguales. Un robo masivo a la Humanidad. La riqueza total que acumulan estos milmillonarios equivale ya al 18,9% del PIB mundial, habiéndose cuatriplicado desde el año 2000. Todo ello acompañado de un progresivo crecimiento del autoritarismo en el mundo, incluidos los mismos sistemas democráticos. Ese crecimiento exponencial de la desigualdad amenaza ya severamente los derechos fundamentales que la civilización ha asentado a lo largo de la historia.
No se trata de demagogia, sino de la urgente necesidad de revisar el orden de prioridades de las políticas para evitar el regreso a los desequilibrios económicos y sociales viejos y nuevos y a sus desgarradoras consecuencias. Intermón defiende la necesidad de que la quiebra de un modelo económico injusto en el que los valores de la política democrática y los derechos humanos están sometidos a los intereses mercantilistas de las grandes corporaciones que controlan también a los gobiernos dé paso a un cambio en el sistema internacional donde se salvaguarden los derechos fundamentales de todas las personas. Quizá no sea así, pero este nuevo desorden internacional que viene apunta a peor.