Alejandro Valverde ha sido confirmado como seleccionador nacional de ciclismo, un cargo que se suele jugar todo a una carta, a una prueba, que no es otra que el Campeonato del Mundo. A mucha distancia, los JJOO cada 4 años y a más distancia aún el Campeonato de Europa. Después de unas negociaciones en las que al parecer se rompió la palabra dada a Óscar Freire –tricampeón mundial– para que fuera él el seleccionador, será finalmente el ex corredor de Movistar el que se haga con las riendas de una escuadra que en los últimos años, tras precisamente su retirada, no cuenta con precisamente buenos resultados.
A ver. Lejos de mi intención dudar del conocimiento del ciclismo que pueda tener una leyenda que ha ganado más de 100 pruebas del máximo nivel, pero así, desde fuera, no sé si Valverde, también a lo largo de su carrera, ha demostrado ser un estratega excelso. Ha sido un corredor soberbio, con una arrancada inhumana y un cambio de ritmo maravilloso, pero ha tenido muchas y muy sonadas pifias en etapas y carreras de un día. Cierto es que esto también les ha pasado a muchos y que quizá Valverde ha pagado siempre esa sensación de ir siempre muy sobrado, pero en el mundillo ciclista no sé si se tiene mucha confianza en que el puesto de seleccionador no le pueda venir algo grande.
Al final sí que es verdad que el ciclismo, con sus estrategias, son habas contadas y que quien tiene buen equipo y líder o líder claros suele tener diáfano qué hacer y quien tiene más medianías pues se busca la vida como puede. No van a ser años fáciles para corredor ninguno que no sean los grandes capos del pelotón, los Pogacar, Vingegaard, Evenepoel, Van der Poel o Van Aert entre otros. Ante esa hornada de bestias, mucho van a tener que atinar Valverde y los suyos para rascar alguna medalla como en los 80 rascó 3 bronces el nunca jamás convenientemente valorado Juan Fernández.