Constatación científica: la multitud asistente al chupinazo representa un peligro de situaciones de aplastamiento, asfixia e incluso muerte. Estudio realizado durante cuatro años (2019-24, con la pausa de la pandemia) por la Universidad de Navarra y una Escuela Superior de Lyon, con la colaboración del Ayuntamiento de Pamplona. Publicado por importante revista científica.
Como referencia, la tragedia ocurrida en julio de 2010 en la ciudad alemana de Duisburgo durante el festival de música electrónica Love Parade. Con una densidad de multitud similar a la del chupinazo (6-9 personas por metro cuadrado en determinados momentos y lugares), una estampida ocasionó 21 personas muertas y más de medio millar de heridas. Mediante cámaras instaladas en la plaza Consistorial y herramientas de inteligencia artificial, los investigadores comprobaron que, a partir de 4 personas por metro cuadrado, se producen movimientos orbitales (sentido agujas del reloj o contrario), con un periodo de 18 segundos. Este periodo depende del tamaño de la plaza. No es un movimiento caótico sino periódico. El estudio concluye que el movimiento colectivo de grandes multitudes puede ser predecible.
Hace muchos años que este riesgo era predecible. Allá por los setenta del siglo pasado, el chupinazo era familiar y holgado. La música, numerosa y ordenada. El primer cohete y la primera nota se fundían. La Pamplonesa, la banda del maestro Bravo (ahora Iruña), grupos convencionales de gaiteros y txistularis formaban, tocaban y desfilaban. Con alegría. Sin agobios. El acto ganó en popularidad y concurrencia. Con motivo de su 50 aniversario (1993) planteé un cuestionario radiofónico común a cuantas personas habían prendido la mecha. Incluía una pregunta sobre mantener o cambiar la ubicación del acto inaugural de las fiestas. Por el riesgo de la masificación creciente. Diversidad de opiniones. Hoy, el espectáculo visual y emocional es extraordinario. El peligro, también.