Me gustan las palabras que cuidan. Las que arropan y te calman. Las palabras que no gritan, que casi susurran. Las palabras dichas con calma, las que se piensan y se comparten, no las que se improvisan y te atropellan. Hay palabras dañinas, que te golpean, pero hay muchas más sanadoras. Y dentro de todas ellas están las doblemente hermosas, cuando suenan bien y lo que significan es algo bonito y difícil de explicar porque no cabe en una sino en muchas. Pienso en varias de ellas; algunas las usamos a diario, ese xirimiri que te cala o el goxo de algo dulce, agradable, cálido. Otras son más íntimas, pertenecen a lo coloquial, a lo familiar o a lo local y no tienen una traducción fácil. Cada pueblo tiene alguna y cada zona o país también, de esas que solo quienes las usan las conocen bien.
Cada lengua las cuida como pequeños tesoros que hay que preservar. Y de vez en cuando la vida te regala alguna que no conocías y así se suma a ese diccionario especial de palabras hermosas en cualquier idioma, que cruzan fronteras y que nos ayudan a contar las cosas de una manera mejor. Cierto que hay momentos en los que parece mentira que con las mismas letras se puedan generar términos tan opuestos, que sirvan para el amor y para lo contrario, para la paz y para la guerra, para construir o arrasar. Porque lo que se dice, lo que se nombra, es lo que verdaderamente existe; y cómo decirlo es importante.
Por eso a veces es tan duro el grito como el silencio. Ese callar por no decir. Ese no contar cuando hay alguien esperando oír. Estos días me viene a la mente una palabra que se ha escuchado mucho últimamente, y que era nueva para mí, cafuné. Esa es la bonita manera de expresar en Brasil o Portugal ese momento en que alguien acaricia el pelo de otra persona para calmarla y de alguna manera darle amor.
Cafuné, una palabra de premio, se ha quedado ya en ese vocabulario especial junto a otras muchas, como el hygge, por citar una, con el que los daneses evocan el placer de disfrutar de todas esas pequeñas cosas que hacen la vida más agradable. Cafuné es además el título del cortometraje de animación navarro premiado con el Goya, una mirada a la inmigración desde los ojos de una niña que se salva de un naufragio y encuentra quien le ayude. Una historia tan necesaria en los tiempos que vivimos como las caricias que calman a la pequeña protagonista y se esconden en esa hermosa palabra, cafuné.