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Editorial

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Talgo también es arraigo

La adquisición por parte de un grupo de inversores vascos del capital del primer accionista de la compañía ferroviaria potencia su perfil industrial, su arraigo y su capacidad tractora para la economía

Talgo también es arraigoRicardo Rubio

La salida del fondo Trilantic del capital de Talgo no será traumática para el desempeño industrial de la compañía ni supondrá ceder su control a un inversor extranjero merced al acuerdo de compra de casi el 30% del capital que estaba en manos del fondo británico y pasará a las del grupo encabezado por el presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga. Es importante que, en la inevitable interpretación política y económica que conlleva la operación, estos aspectos reciban el valor que merece.

Sería distorsionar los hechos la mera conclusión de que el mercado debería autorregularse y que la intervención de los poderes públicos es contraproducente. Es incuestionable que la del Gobierno español ha frenado el intento de los inversores de Hungría, primero, y de Polonia e India, después. Como lo es el hecho de que el refuerzo económico que ha recibido la oferta ganadora de la mano del fondo Finkatuz del Gobierno Vasco –además de la participación de las fundaciones BBK y Vital– , ha permitido mejorar su posición para vencer las resistencias del fondo británico vendedor.

Sin embargo, la eventual crítica a esos movimientos no debe ser en beneficio de los intereses de los operadores de una economía financiera que demasiadas veces se maneja con estrategias sin compromisos de arraigo, empleo, desarrollo industrial a largo plazo y estabilidad en el capital. Entregar a los operadores de fondos –agentes por otra parte necesarios y coherentes como mecanismo de financiación– el fiel de la balanza de la economía real conlleva el riesgo de supeditar el interés colectivo a los suyos particulares. Una compañía como Talgo precisa de un socio industrial que implemente su capacidad de producción para respondeer a la dimensión de sus pedidos.

Está posicionada internacionalmente con competitividad tecnológica y las inversiones que deberá acometer para seguir en vanguardia tienen todo el sentido aunque no atraigan al actor que solo busca rentabilidad anual. La experiencia previa de cómo, a la privatización de las grandes compañías del Estado –emprendida por José María Aznar–, le siguió la entrada de capital exterior financiero –británico, estadounidense, saudí...– con sus propias prioridades, da un valor añadido al hecho de que el arraigo industrial en Euskadi y el Estado se vaya a garantizar en Talgo.