Si algo ha quedado meridianamente claro en este primer mes –aún sin cumplir– del nuevo mandato de Donald Trump al frente de la Casa Blanca es el seísmo que está teniendo lugar en diferentes capas de las relaciones internacionales y del orden mundial en vigor hasta ahora. Una de las consecuencias de ello es la virtual ruptura de Estados Unidos con Europa, al menos en los vínculos y acuerdos que tradicionalmente han mantenido ambas partes. La deplorable intervención del número dos de Trump, el vicepresidente norteamericano, J.D. Vance, en la Conferencia de Seguridad de Múnich el pasado viernes ante los atónitos líderes europeos puso encima de la mesa las prioridades, las perspectivas, los principios y las reglas de juego que plantea EEUU respecto al continente.
El diagnóstico de su discurso –que, obviamente, es el de Trump y el de Elon Musk– obliga a entender que el América first trumpista significa que Europa ha dejado de ser un aliado preferente para EEUU, no solo porque la nueva Administración opta por el proteccionismo a ultranza –materializado en la guerra comercial que ha abierto con los aranceles–, sino porque prefiere entablar relaciones –o, en su propio lenguaje, “transacciones”– con otros países, incluidas autocracias como la Rusia de Putin o la China de Xi Jinping.
El rapapolvo a modo de ominosa e imposible lección de democracia de Vance a Europa en diferentes materias como defensa –exigiendo mayor gasto militar–, valores –reclamando un giro para legitimar las políticas más ultraliberales y de extrema derecha, como la de antiinmigración– y guerra cultural es no solo una injerencia inaceptable sino que representaría el suicidio de la UE. Es verdad que Europa siempre se ha comportado con Estados Unidos de manera un tanto servil, mientras Washington le proporcionaba cierta seguridad y estabilidad. La UE debe entender que la nueva realidad es esa y debe actuar en consecuencia.
Urge, así, el rearme de Europa, pero no únicamente en el ámbito militar o de seguridad –el propio líder ucraniano, Volodímir Zelenski, lo ha vuelto a recalcar– sino de los principios y valores que siempre han acompañado el ideal europeo. Un rearme democrático que ponga pie en pared a las veleidades trumpistas y de sus aliados europeos de ultraderecha y fortalezca la Unión social, política, cultural y económica.