Como Javier Tebas se debe a quien le paga, no pierde ocasión de defender a las ligas nacionales, comenzando por la suya, en detrimento de las competiciones europeas. Si lo trasladas a la política es como esos antieuropeístas –suelen estar en los dos extremos del abanico político– que no quieren ceder ni un ápice de soberanía nacional y/o que hablan con rabia de la Europa de los mercaderes. La cuestión en el fútbol europeo es que tiene que decidir qué quiere ser de mayor:¿mantener su esquema actual (un equipo grande juega, más o menos, 45 partidos nacionales y a lo sumo 15 internacionales) o darle la vuelta a ese calcetín y convertir a las ligas nacionales en categorías inferiores de las superligas europeas? Va a ser –está siendo ya– el gran debate deportivo (y económico, sobre todo económico) del fútbol del Viejo Continente en el siglo XXI.