Decía la cineasta navarra Helena Taberna en la entrevista sobre su nueva película, que vivimos en un momento donde triunfa la sinrazón y la fealdad sobre la belleza. Lo decía en el contexto de la historia que ahora ha llevado al cine, Nosotros, una película sobre el amor y el desamor, hecha más de silencios que de palabras, en la que Taberna reivindica precisamente esa belleza. Una película de vacíos evocando a Oteiza. Cine para ver despacio, sin prisa. Cine de consumo lento y seguramente minoritario. Quizá su película más poética, en la que más ha medido cada escena. Una invitación a detenerse en estos tiempos de velocidad y una reivindicación de la Cultura con mayúsculas ante la amenaza de la incultura que lleva a la sociedad a ser mucho más ignorante y menos libre. La cinta llega en una semana a las salas y ya quedará en manos de los y las espectadoras.

Cierto es que no corren buenos tiempos para todo aquello que exige un tiempo pausado; como si la vida se hubiera acelerado, como esa opción para dar velocidad a la voz en los mensajes para así oírlos más rápido, casi sin escucharlos y hasta sin entender lo que dicen.

Reivindicar el tiempo en la creación es esencial, igual que en la vida, parar y pensar antes de hacer. O en el periodismo, una profesión donde el tiempo, que siempre ha sido rápido porque todo es para hoy, se ha acelerado hasta una velocidad que lo convierte peligrosamente en otra cosa. La cultura y la prensa siempre han ido de la mano y eso está bien para seguir reivindicando juntos algo de belleza, que es, como decía un veterano periodista de Radio 3, “la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo”.