Del cierre definitivo del mal llamado caso Davalor no hay mucho nuevo que decir. Un asunto construido desde la nada y mantenido abierto durante cuatro años también desde la nada. Nunca ha habido, más allá de otra inversión fallida más de Sodena, ningún caso Davalor –esta misma frase escribí en 2021–, con derivadas penales de malversación y prevaricación como se ha pretendido. Fue simplemente una campaña de persecución política y complicidad mediática deplorable trasladada al ámbito judicial, una más, en este caso contra Manuel Ayerdi, el que fuera vicepresidente del Gobierno de Navarra con Uxue Barkos y consejero de Desarrollo Económico luego con Chivite que le llevó a la dimisión.

Y ha sido durante cuatro años víctima de la inoperancia judicial. Una justicia lenta y oscura es injusticia. Forzar la acción de la justicia con subterfugios sitúa a la justicia como un mero instrumento de esos intereses partidistas. Porque difícilmente en la actuación de Ayerdi en el asunto de Davalor podía demostrarse delito alguno. De hecho, no ha habido una sola prueba objetiva que haya sustentado la instrucción durante cuatro años y ha terminado muriendo por la imposibilidad de ir más adelante y, como consecuencia, por la inacción de la justicia y de las acusaciones particulares de UPN y PP que dejaron pasar los tiempos del procedimiento. Ni siquiera se ha tomado declaración a las personas investigadas en el caso Davalor vulnerando gravemente su derecho a la defensa.

Se sabía que no había nada antes de empezar, porque la gestión de Sodena con Davalor ya había sido fiscalizada en un informe de la Cámara de Comptos de Navarra y sometida a una comisión parlamentaria que investigó, a petición también de UPN, aquella inversión y tanto el informe de Comptos como las conclusiones de la comisión del Parlamento aportaron argumentos en favor de Sodena y de Ayerdi. Pese a ello, UPN impulsó la causa judicial a la que luego se sumó también el PP. Fue otro ejemplo de cómo se anteponen los intereses políticos partidistas al interés general de Navarra. Devaluar la imagen de Navarra es un camino absurdo y peligroso para las empresas navarras y para posibles nuevas inversiones, y más en una situación excepcional de transformación global como la actual.

Ninguno de los portavoces de esta falsa causa asumirá sus responsabilidades en lo que haya podido afectar a la reputación personal y profesional de Ayerdi, aunque en realidad tampoco hace falta. Se marchó decepcionado y cansado con la política, pero con el reconocimiento de los sectores, grupos, instituciones compañeros y empresas con los que trabajó esos seis años y medio que formó parte del Gobierno de Navarra como miembro de Geroa Bai y del PNV. Otras siglas con las que Ayerdi compartía Gobierno se pusieron lamentablemente de perfil.

Como expresó el propio Ayerdi en una carta que publicó en DIARIO DE NOTICIAS el día de su dimisión, la vida sigue. Queda su trabajo y aportación a Navarra, con sus aciertos y errores, en una parte de la balanza y en la otra esa escenificación pública de la peor política Me alegro de este cierre definitivo por él y su familia y también por la imagen lamentable del retrato que refleja el espejo de quienes promovieron esta operación para cobrarse como trofeo su cabeza política.