Llevo unos días dándole vueltas a la imagen de Gene Hackman, con 95 años, Alzheimer y supongo que varias afecciones de salud, sobreviviendo alrededor de una semana a la muerte repentina de su esposa, al parecer por un virus causado por ratones. Vueltas al hecho de que según las autopsias la mujer falleciera el 11 de febrero y Hackman lo hiciera el 17 o 18 de ese mismo mes y pasara una semana con el cadáver de su esposa en el suelo –y que Hackman muriera varios días antes de que los encontraran tras el aviso de unos trabajadores de mantenimiento de su casa– y de que en todo ese tiempo no hubiera una sola persona –tiene 3 hijas– que llamara o se extrañara o se alertara y que perfectamente podría haber llegado a tiempo antes de que Hackman falleciera o al menos no tan tarde una vez producidos los fallecimientos.
Es una mezcla de asombro, pena y lástima, tanto por ella como por él, no se sabe si ajeno a lo que pasaba o con capacidad de darse cuenta de determinadas partes de la realidad y de otras no. Esto, por supuesto, el hecho de que personas de avanzada edad fallezcan y no se entere nadie en días o semanas no es una novedad, pero lo duro del caso es que ella tenía 65 años y posiblemente nunca pensó que iba a ser la primera en morir, dejando a su anciano marido sin capacidad de reacción ninguna. No sé, veo el lugar en el que vivían y es la clásica casoplona en una carretera apartada con varios chalets más cerca, pero nada parecido a un pueblo o ciudad. Vivían en un lugar en el que perfectamente pueden pasar semanas sin que nadie se acerque, como efectivamente pasó. Estos días se cumplen 5 años del arranque del covid y recuerdo las alianzas que se tejieron aquí para llevar comida y enseres a los más mayores que vivían solos. Con todos nuestros defectos, pienso que tenemos un mayor sentido de comunidad que muchos países y que casos así aquí serían más difíciles. O eso quiero creer.