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A la contra

Jorge Nagore

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Vaya por delante que estoy de acuerdo en que febrero fue más caluroso de lo normal y de que en general ya no nieva como antes ni hiela como antes y todo esto que pasaba antes que no pasa ahora, pero ya necesito días de 20 grados. Pido disculpas a la naturaleza, a los prados, a los animalillos, a los insectos y a quien haga falta pedir disculpas, pero he echado las cuentas y la temperatura media en mi demarcación en los últimos 132 días –lo que hace 4 meses y medio– ha sido de 8,3 grados. Para mi es más que suficiente, para mi caldera de gas y para los beneficios de las empresas gasísticas también. Me adelanto a aquellos –que los hay– que cuando levantas la voz y pides calor te dicen que te vayas a Málaga: no es la idea, la idea es que esto de la Inteligencia Artificial nos permitiese a cada uno vivir a la temperatura exterior que mejor se adapte a nuestro organismo. Yo felizmente pasaría todo el año a temperatura media de 20 grados con máximas de 30 y mínimas de 10, pero si hay que pasar por el aro de que haya estaciones pienso que con 4 meses y medio por debajo de 10 ya he cumplido con el frío. Con el frío, el viento y la lluvia. Sí, sí, sé que conforme se cumplen años esto se acentúa, así que no quiero imaginar qué va a ser de mi cuando llegue a los 60, pero es que miro la previsión de Aemet para esta semana y hablan de copos de nieve a 600 y 700 metros. Vamos, nada inusual a mediados de marzo, pero ya me pilla con el invierno –o lo que haya sido esto– amortizado. Ya digo, necesito 20 grados. La última vez que se llegó a 20 fue el 5 de noviembre. Eso es el pasado antiguo, han pasado más de 100 días. Y no creo estar solo en esta necesidad. Y, lo dicho, no me importaría que en enero y febrero hiciera un invierno más frío, pero llegados a mediados de marzo creo estar en mi derecho de reclamar ya la tregua para mis guerras internas climáticas y mis huesos. ¡Basta ya!