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Y un balón en la mochila

Y un balón en la mochilaArchivo

Están los futbolistas muy indignados porque en 72 horas –hay que hacer la conversión a días, tres– no pueden jugar dos partidos, porque los cuerpos no se recuperan, el castigo se nota en las piernas y la anatomía sigue envuelta con el fuego de la batalla anterior y hay punzadas y destellos de la última prueba. 72 horas no da para descansar, dice la epístola de los ataresdos apóstoles del fútbol profesional. Amén.

Un fin de semana largo, un puente entre semana. Un potosí. Tres días se quedan cortos en unas vacaciones, son eternos en medio de una mala racha, están fuera del tiempo cuando asistes a una despedida.

Estabas armando tres días de planes para no sé qué y sale la señora Ursula y dice que “las personas y los hogares deben poder mantenerse de forma independiente durante los tres primeros días, garantizando el acceso a necesidades esenciales como agua, alimentos, medicamentos y servicios básicos antes de que llegue la ayuda exterior”. Y te cargas. Y a continuación, saltas hacia el supermercado y compruebas que los vecinos tienen hilo directo con la tal Ursula porque ya están en la cola con el carrito pagando unas aguas minerales que nunca habían comprado y una oferta de pilas. Lo del kit de supervivencia te tranquiliza porque en la mochila de los críos ya hay de todo, cabe de todo, es más, el todo está ahí.

Somos conscientes de que manejamos las cartas de la partida corta y cercana que nos toca y también sabemos que la timba grande está en otras partes y la juegan otros, los peces gordos, los pesos pesados, algunos tipos de los que dudamos sean válidos para este mundo cambiante, aunque ellos permanecen en el torbellino inmóviles y redondos. Pero esto de que hay que tener el petate preparado con agua, un mechero, una navaja, medicación, una linterna y comida, una cargador, una radio y hasta un juego de cartas suena broma mala, de la que echamos unas risas y se acabó. Una noticia grave que no ayuda a casi nada porque aumenta el grado de confusión, es ideal para los bulos, también para la restricción de derechos, es la alarma para que suene, para lo que venga. En la mochila falta un detector de fachas, incapaces y caprichosos. Y un balón de fútbol.