Vi un programa de televisión en el que decían que cada vez hay más perros veganos, Lutxo. Por expreso deseo de sus amos veganos, naturalmente. Entrevistaban a una veterinaria de animales veganos: no paraba de sonreír, la señora. No le faltaban motivos. Al parecer, se dedicaba a la elaboración de dietas veganas individualizadas para perros de gente con alto poder adquisitivo. Dijo que su negocio iba viento en popa. Y le creo.

Para forrarse, solo hay que entender el espíritu de la época y tener una buena idea antes que nadie. Parece sencillo. En fin, pues eso, que estamos un día más ahí, en la terraza del Torino, Lucho y yo, como siempre, y me suelta: Si has sobrevivido a la infancia, estás roto. Eso me suelta. Y ¿cómo lo suelta? Mirando al horizonte, así es como lo suelta: con amargura. Últimamente dice que está depre.

Llega la primavera y el gnomo se pone depre. Pero bueno, lo que yo te quería decir, sin más, le digo, es que la conciencia humana está cambiando mucho, Lutxo. Y muy rápidamente. Ya se hacen más pañales para adultos que para bebes. La gente prefiere perros a hijos. Eso indica un camino directo hacia un mayor grado de individualización. Cuanto más individualización, más conciencia: funciona así. Llegará el día, no muy lejano, en que preferiremos perros robóticos porque serán encantadores y estarán muy bien hechos, le digo. Hasta puede que hablen y lo hagan con sensatez.

Y entonces me suelta, como siempre: esperemos que sea para bien. Y le digo: Ya sabía que ibas a decir eso. Y me dice que esa frase solía decirla mucho su abuela. Menudo tipejo está hecho, pretende ignorar que es un ser imaginario: finge que ha tenido una abuela fatalista que murmuraba sentencias. Intenta engañarse a sí mismo. Así que le digo: Tú no has tenido abuela, Lutxo, tú eres solo una quimera efímera de mi loca fantasía. Y me suelta, una vez más: Esperemos que sea para bien.