Es una obviedad que las decisiones que marcarán el futuro que viene se están jugando -parece que a la ruleta rusa visto el día a día-, en otros mundos lejanos a Navarra. Visto lo que está ocurriendo, escuchando lo que se está hablando y observando hacia donde pretender caminar quienes tienen el poder para decidir me queda la duda de si Navarra sabe escucharse así misma. Navarra vive y convive, lo escribo siempre y lo expongo siempre que tengo oportunidad, en un buen espacio social, económico, político, geográfico e institucional. Un lugar privilegiado en este mundo donde el caos y una larga lista de miserias afectan a buena parte de la humanidad.

No es que no haya problemas ni dificultades ni dudas, pero hay, al menos de momento, herramientas y criterio para poder buscar soluciones. Que es la primera obligación de la responsabilidad pública de la política y de todos los agentes que conforman el tejido social de una sociedad democrática. Pero lo cierto es que no es así. A Navarra le cuesta mucho escucharse. Quizá no los navarros y navarras que son cada uno de forma individual, que en el día a día cotidiano hablan y escuchan en sus entornos más cercanos -familia, amigos, trabajo, vecinos-, opiniones diferentes y a veces encontradas. Me refiero a la Navarra política. Al encuentro entre diferentes en política. El mundo de la economía, el comercio, el clima, la política internacionales está en una situación de crisis conjunta y de transformación global cuyo final es a día de hoy imposible de prever.

Y con escasa, por no decir ninguna, posibilidad real de poder incidir un mínimo sobre aquello que pueda estar cociéndose en esferas de poder muy lejanas a nuestra tierra y a nuestro nivel de vida y de bienestar. Es, o debería de ser, un asunto de interés ciudadano, porque hay mucho en juego en este tiempo de incertidumbre e inestabilidad, pero no parece tener correspondencia en una política que prefiere acomodarse en el griterío, la bronca y la confrontación antes que escuchar al otro.

No es necesario ni imprescindible renunciar a nuestros intensos y permanentes debates internos y repetitivos y muchas veces cansinos propios, pero sí que parecen ser momentos en que pueden pasar a ocupar, si no un lugar secundario porque cada cual no va a renunciar a sus ideas, posiciones, anhelos, eso ya se sabe, sí compatible con los acuerdos ante las tormentas que se están extendiendo por todo el planeta este y que antes o después, con mayor o menor virulencia, se acercarán también a este viejo txoko.

Posiblemente, sea poco lo que el Gobierno de Navarra puede hacer ante las consecuencias de lo imprevisible, pero también lo es que tiene la obligación de adoptar medidas que puedan intentar paliar los efectos posibles con las posibilidades de una comunidad como Navarra. La ausencia generalizada de espacios de encuentro político y diálogo pausado sobre los acontecimientos que ofrecen motivos más que sobrados para ser de preocupación y de interés común en el día a día de la actividad de los partidos refleja que alguna política y algunos políticos aún están lejos de la capacidad de escuchar y de convivir que muestra cada día la mayoría de la sociedad navarra. Del PP o Vox espero poco, de UPN más.