Intento escribir y no puedo concentrarme, sólo veo llover y oigo ese tintineo inconfundible que resuena en cristales y adoquines. Tanta tormenta seguida deprime a cualquiera y, sobre todo, saber que cuando al fin brilla el sol no tiene tiempo suficiente para calentarnos antes de que asome otro grupo de nubes negras.

Será culpa de estas humedades que ya no sé si temer por las consecuencias de la difícil situación que atraviesa desde hace tiempo la empresa de bicicletas eléctricas en Pamplona o alegrarme por el acuerdo que hará posible extender este deseado sistema de transporte a algunas localidades de la comarca.

Entiendo que otras tormentas nos rondan cuando escucho el parecer del Colegio de Arquitectos respecto a la reciente decisión municipal de retirar una calle de la capital a Víctor Eusa. Estos profesionales hablan de injusto sinsentido y defienden la figura y el valor del trabajo de su colega en pos del desarrollo de la ciudad. Para la mayoría del Ayuntamiento, Eusa fue vocal de la Junta General Carlista de Navarra, autora intelectual de centenares de asesinatos de republicanos durante la Guerra Civil, y es por ello que el Instituto de la Memoria instó al Consistorio a cambiar este –y otros– nombres de calles. Ni la incesante lluvia me impide tener muy clara mi postura.