Peor que la información falsa son las noticias trampa, que encierran anhelo comercial o propaganda. Ahora son más sutiles, pues la frontera entre verdad y mentira se ha difuminado y los medios de comunicación han bajado la guardia en su exigencia de autenticidad. Este es su contexto.
Hay formatos en televisión que tienen como razón de ser las noticias trampa: El Hormiguero, de Antena 3, por ejemplo. El programa de Pablo Motos es la plataforma de la industria cultural para su marketing, descarado a veces y otras en modo soft. Editoriales, discográficas o productoras generaron en los medios un clima de ambigüedad: ¿el estreno de una película o un nuevo libro son noticia o deben anunciarse? Un dilema ficticio.
Para resolverlo nació el híbrido de la noticia trampa que transforma la información en evento relevante. Los muy pillos lo llaman promoción. Motos sentaba a más de tres millones de espectadores antes de que Broncano le mordiera la mitad y con semejante poder cambiaron las condiciones que su opacidad nos impide conocer. ¿Cómo no vamos a creer, escarmentados, que las noticias de bienes culturales son objeto de tráfico?
Publicidad emplazada
La contaminación marketinera ya existía y su invasión se llamó publi emplazada, ardid de las marcas para devorarlo todo. En su denso libro El loco de Dios, Javier Cercas cita hasta doce veces, sin necesidad narrativa, el nombre del hotel de una cadena internacional, donde se alojaba en Mongolia en su viaje con Bergoglio. ¡Doce veces! O Cercas es muy generoso con sus posaderos o su editor ha cobrado esta campaña. Ya lo dijo J. Walter Thompson el siglo pasado: “Publicidad es toda comunicación que se percibe como pagada”. Solo nos quedan nuestras alertas intelectuales.