Un gol del central Diego Espejo en la última jugada del partido (un saque de esquina) fue el salvavidas que rescató a Osasuna Promesas de un descenso a 2ª RFEF que parecía irreversible. El defensa tinerfeño, que en agosto cumplirá 23 años, se formó en la cantera del Atlético de Madrid y jugó en Canadá. Firmó contrato hasta 2026. El del pasado sábado es su quinto gol en esta temporada en los 33 encuentros que ha participado, 31 como titular. Esta escueta radiografía de Espejo sirve como exposición del perfil que ha tomado el filial rojillo, que un año más ha recurrido a jugadores ajenos a Tajonar para armar la plantilla. Esta política es motivo de debate entre los osasunistas que siguen de cerca el trabajo con la cantera.
En las dos últimas temporadas, la secretaría técnica ha firmado a 16 futbolistas no formados en la casa (7 en este ejercicio). Unos han tenido una aportación relevante (Stamatakis, Sierra, Espejo, Sixtus, Jorge Moreno, Herrero y Svensson) y el resto no ha demostrado ser mejor de lo que había en Tajonar. En algunos casos, Osasuna Promesas ha sido una segunda o tercera oportunidad para chicos que apuntaron alto en el semillero de clubes de Primera división pero que lejos de mantener la progresión han entrado prematuramente en decadencia. Esta apuesta ha restado minutos o cerrado el paso a los canteranos.
Así las cosas, y después de observar la errática actuación del equipo este curso –otro asunto a debatir sería el estilo de juego imperante con Castillejo, la debilidad defensiva crónica a balón parado, los cambios de dibujo...–, la reflexión más extendida entre quienes frecuentan Tajonar era si merece la pena mantenerse en 1ª RFEF a toda costa (fichando jugadores con experiencia) o convertir el descenso en una oportunidad de renovar la plantilla (con la aportación de chicos del Subiza que ya conocen la categoría). No son pocos los que contemplaban el descenso como una oportunidad de volver a tomar impulso, como ha pasado con el Bilbao Athletic y en la próxima temporada con el Barcelona B.
Colocar la permanencia en la tercera categoría del fútbol español (cada vez más exigente y selectiva) como principal objetivo por encima de la tarea primordial que debe ser la formación de futbolistas que abastezcan al primer equipo, acaba generando que muchachos como Asier Bonel y Anai Morales, en los que hay depositadas muchas expectativas, hayan intervenido menos de lo que parece aconsejable cuando es conocido que son pretendidos por otros clubes.
Cuatro futbolistas de campo de 23 años están entre los once con más minutos. La edad les incapacita para alternar con el primer equipo. No parece lo más operativo tratándose de un filial. Pero todos ellos han sido relevantes, en particular Ibaider Gárriz, el más regular de la plantilla de principio a fin, sin altibajos. Habría que plantearse entonces el interés por mantener en el proyecto a estos ‘veteranos’ –si ellos quieren– que pueden ser cemento para que los más jóvenes tomen cuerpo. Eneko Aguilar, futbolista polifuncional, fichó el año pasado por el Bilbao Athletic con 23 años y ha jugado una treintena de partidos.
Las canteras no responden a una producción pautada. Hay ciclos con excedente y otros con déficit. El de este Promesas no es de los mejores. Solo Osambela apunta al primer equipo, pero su rendimiento ha tenido luces y sombras; ahora, cuando asume protagonismo, pone los dientes largos a la afición. En un segundo escalón estarían el talentoso Xabi Huarte y un Jon García que tiene más fútbol del que él mismo cree. Los jóvenes más prometedores (Morales, los Bonel, Pedroarena, Lumbreras y Mauro) deben dar un paso adelante porque tienen calidad y no escatiman esfuerzo. Y hay que confiar en ellos: no es un deseo, es una obligación.