Escucho una coletilla estos días a las informaciones sobre la trama de las tramas que me perfora los tímpanos: “Venían con la dinámica de corrupción desde Navarra”. Esta aportación oral de Ábalos a los presuntos tejemanejes de Santos Cerdán y Koldo García ha tenido tal éxito que no hay emisora o canal de televisión –particularmente los del frente anti Sánchez– que se resista a colarla en sus boletines.
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Será una reacción aldeana, pero a mí esa estrategia me enfurece. Porque hay una indisimulada intención de asociar en este momento el nombre de la Comunidad a los salchuchos bajo cuerda, como si aquí se impartiera un máster para mangantes de guante blanco, trileros de la adjudicación de obras y bandoleros de la mordida. Es cierto que en los últimos cincuenta años hay memoria de numerosos escándalos a derecha e izquierda y que es infantil enumerar que lo mismo, o más, ha ocurrido y ocurre en otras comunidades. Mal de muchos, epidemia.
Pero creo también que a nadie se le escapa lo que persigue esa reiteración del mensaje: tumbar por desgaste al Gobierno que lidera María Chivite y ese acuerdo multipartito que ha convertido en irrelevante a UPN. No alcanzo a conocer el impacto que haya podido tener la campaña institucional sobre los conceptos que promueve la Marca Navarra; sí que advierto el daño que hace para la imagen de la Comunidad esa otra marca ligada a la corrupción, a Cerdán y a Koldo. De momento.