Me dormí en la playa y cuando me desperté el genocidio seguía ahí. Esta podría ser la crónica breve de este verano que no termina de irse y que nos deja en el recuerdo los agobios de unas olas de calor interminables y en los bosques las quemaduras de primer grado de unos incendios de sexta generación.

Lo del cambio climático se nos ha ido totalmente de las manos y la masacre de Gaza parece imparable. Por eso, más que nunca, hay que levantar la voz. Las protestas en la Vuelta Ciclista a España, la renuncia a participar en Eurovisión si no se veta a Israel, el chupinazo de San Fermín, la marcha que empezó en Tudela y concluye este sábado en Hendaia… todo suma. Los grandes gestos y los pequeños. Me parece admirable toda la gente que se moviliza, incluso, perdiendo dinero, como la periodista, bertsolari y escritora pamplonesa Saioa Alkaiza. Hace unos días se dio a conocer la noticia de que había ganado la beca Igartza de Creación Literaria dotada con 10.000 euros y renunció a ella como muestra de rechazo a la actitud de la empresa de trenes CAF, patrocinadora de este certamen, que da dinero para cultura mientras continúa haciendo negocios con Israel.

Saioa, te has quedado sin beca y no sé quién ni cuándo publicará tu novela Katu ilea txandaletan (Pelos de gato en los chándales), pero yo no me pierdo la historia de Nahia, esa chica con una infancia marcada por la miseria y la violencia que se enfrenta a una compleja relación con su padre, mientras digiere la traición de su pareja, apurando las últimas oportunidades para ser madre y sufriendo los reveses de una eterna inestabilidad laboral. Seguro que Nahia también estará en Hendaia defendiendo a Palestina.