Alharacas, de entrada; gaseosa, de postre. Hablamos de Podemos. Se les va la fuerza por la boca. Y así hasta que se acabe la legislatura, que va para largo. Atrapan titulares para desesperación de Sumar, desatan incertidumbres calculadas, generan nerviosismo en muchos sectores económicos a quienes desconciertan por su estratégica indecisión, pero acaban sumisamente entregados a la causa de la investidura. Ladran, no muerden. Lo acaban de demostrar sacando del atolladero en dos votaciones de particular trascendencia a un Gobierno renacido de sus cenizas del pasado verano. Lo hacen asistidos de argumentos tan peregrinos como escapistas para evitar el mal de altura de un retrato junto a la derecha. Otra daga, en suma, que avinagra las esperanzas del PP, enjaulado entre la despreciable verborrea de una desafiante Ayuso sobre el aborto y la rebelión en Andalucía contra los clamorosos errores ocultados en centenares de cribados de cáncer.
Belarra se ufana de haber parado la ampliación del aeropuerto de El Prat hasta 2031. Un guiño a los ecologistas para desesperación de la mirada de largo alcance de Illa en favor de la economía catalana. Más todavía: cree la voz de Pablo Iglesias que los cuatro votos de su grupo han contribuido a congelar la relación empresarial española con la genocida Israel. En puridad, simplemente representa el sutil reflejo de un profundo desconocimiento del entramado económico de su país o, más sencillo, la justificación quizá torticera de un voto apurado. La portavoz de Podemos, y el resto de quienes lo aprobaron, bien saben que es imposible cumplir el acuerdo firmado, trufado de puro simbolismo. La tecnología judía se ha inoculado con tamaña fortaleza que resulta quimérico imaginarse una aniquilación siquiera mínima. Conscientes de la dependencia diaria a la que asisten, en el Ejército y en muchos sectores productivos esta decisión ha causado hilaridad. Al ministro Cuerpo y a la patronal le ocurre lo mismo con la improvisada propuesta de Yolanda Díaz sobre los permisos por fallecimiento. La vicepresidenta necesitaba de un cortafuegos para hacerse notar y así mitigar la proyección de su acérrima enemiga. Se ha quedado a medio camino. Le viene ocurriendo también en su intrincado propósito de recoser la complicada unidad en su coalición.
Galgos o podencos, pero Sánchez sigue incólume su cruzada. Es así como desespera a una derecha, bastante más indecisa y aturullada de lo que se exige a un partido de gobierno, y fomenta la polarización que tanto le beneficia. El presidente sobrevive a la angustia judicial. Por eso, justo cuando sobrevuelan ya con datos las sospechas sobre una tímida financiación ilegal en el PSOE –aunque centrada hasta ahora en atender con simulados txistorras, lechugas y folios las perversas debilidades de Ábalos–, el presidente deja con un palmo de narices a quienes se lo imaginaban naufragar. Le ha valido con esperar sin flaquezas a que Podemos desinflara, una vez más, su acostumbrada bravata. Así sigue sumando victorias en el Congreso con el apoyo de una deshilvanada mayoría que no le abandonará jamás mientras desde la otra orilla sigan profiriendo aullidos estremecedores, en especial desde la caverna madrileña.
La UCO detecta 95.000 euros en gastos no justificados de José Luis Ábalos
UNIFICAR EL DISCURSO
Las nuevas entregas de la UCO estremecen menos. Sin esa dosis de droga dura, empieza a cundir un cierto pesimismo entre quienes auguraron convencidos la caída inapelable del César. No por ello desisten del intento de acercarlo al patíbulo. La siguiente estación del calvario, el Senado. Feijóo cree que allí desnudarán las vergüenzas ocultas de quien probablemente debería saber por responsabilidad del cargo mucho más de lo que dice desconocer sobre las desvergüenzas del dúo Ábalos-Cerdán. Eso sí, haría bien el líder del PP en no confiarse ante la comparecencia. De hecho, el killer socialista, consciente de su superioridad dialéctica ante las encerronas, le advirtió con un lacónico y vacilante “ánimo, Alberto”, difícil de olvidar.
Para entonces, todavía el PP seguirá prisionero del verso suelto de Ayuso, refractario por impropio al rigor y la cortesía. La atormentada radicalidad discursiva de la baronesa siembra de bombas trampa cada paso de Feijóo, incapaz, a su vez, de unificar el argumentario cuando surgen debates sociales de honda profundidad. La caída en sus perspectivas electorales ya no son ocurrencias maquiavélicas de Tezanos o intereses comerciales de Iván Redondo. Se explican en los bandazos ideológicos y en errores palmarios como los de Mazón o la Sanidad andaluza. Por ahí se les está ensanchando otra vía de desafección además de la que representa Vox.