Fragilidad y polipatología. Diferentes enfermedades crónicas y complejas –muy complejas– que sufren las personas mayores, mejor dicho muy mayores. Si a alguien le toca acudir a algún centro hospitalario o a Urgencias en esta época del año para visitar o acompañar a alguna persona enferma se dará cuenta de lo que estoy diciendo. Nuestra sociedad está envejeciendo a pasos agigantados. Y el sistema sanitario lo nota.
Por presión asistencial pero también por la cantidad de pruebas que hay que hacer para afinar un diagnóstico en pacientes que vienen con diferentes achaques (los crónicos llevan sus pegatinas de colores y tienen prioridad). A veces sabes a lo que enfrentan y, en otros casos, es como enfrentarte a una nueva gotera: no sabes por donde entra el agua porque el tejado es viejo. ¿Tenemos un pico de gripe? Miércoles, tres y media de la tarde. Pregunto a los sanitarios de Urgencias del Hospital de Navarra –ayer miércoles– tras comprobar que la sala de espera está a rebosar.
Llegan al embarcadero que comunica con el triaje varias ambulancias a partir de las tres de la tarde mientras en los pasillos los celadores tratan de regular el tráfico para dejar pasar sillas y camillas. “No especialmente, el pico está por llegar. Lo que tenemos es mucho envejecimiento”. Es decir, es un día cualquiera para los sanitarios. La respuesta no es que me sorprenda pero me hace pensar. Miro a mi alrededor y compruebo que efectivamente junto a muchos pacientes de avanzada edad hay hijos, nietos, sobrinos, cuidadores...La cadena está bien montada. Tengo la oportunidad de conocer a los trabajadores de la nueva empresa de transporte sanitario Bidean. Me admira los conocimientos de sus profesionales en materia sanitaria y la calidez humana que demuestran con personas ancianas en trayectos cortos pero intensos.
Tampoco puedo más que valorar la coordinación y delicadeza de enfermeras y celadores con el manejo de los pacientes, y la agilidad para hacer todo tipo de pruebas. Del callo que tiene el personal médico al tratar a los pacientes crónicos... El médico ausculta a una paciente de 89 años y advierte a su acompañante que antes de hacer ninguna prueba seguro que va a ser hospitalizada. Tienen las cosas muy claras y eso tranquiliza a esa familia que seguramente no ha podido hablar con el médico de Primaria porque no ha llamado a las ocho de la mañana para coger las citas del día, y pillar huecos a corto plazo es más difícil que ser agraciado en la lotería... A cambio sabe que las urgencias extrahospitalarias funcionan como un cohete. Hablo de esas parejas impagables de personal médico y enfermería con un arsenal en sus mochilas con los que pueden atender a un hospital de campaña. Lo dan todo, escuchan, son competentes...
Han pasado casi cinco años desde que me quedé tocada con las imágenes de los chinos confinados. Muchos pacientes que llegan a urgencias tienen la doble vacuna ya puesta (también muchos de sus cuidadores) pero la fragilidad que tienen hace que cualquier catarro o virus les complique una enfermedad renal, pulmonar o cardiovascular, entre otras, cuando no varias. Ingresen o no, si salen con una nueva pastilla, contentos. El covid ya no asusta. Asusta la edad.