La Federación Vasca de Fútbol organiza este sábado un nuevo partido de Euskal Selekzioa, con el consiguiente componente reivindicativo en demanda de su oficialidad y el derecho a competir en competiciones internacionales, en grado de igualdad con otros equipos cuya naturaleza tampoco corresponden a Estados.
Este componente de reclamación de visibilidad trasciende al ámbito del fútbol pero, por el alcance global de este deporte y espectáculo, es en él donde adquiere una difusión más significativa. Conlleva, además, una dimensión política difícilmente soslayable en tanto son políticas las razones e intereses que impiden materializar ese derecho.
No es en Euskadi donde se gesta la significación política de emblema nacional que conlleva la participación en eventos deportivos. El componente emocional y de identificación nacional está presente en el deporte y lo administran desde hace más de un siglo los responsables políticos de todo el mundo. Por esa razón, no existe una responsabilidad unilateral de quien demanda su presencia en pie de igualdad, sino solo una voluntad de verse reconocido dentro de las dinámicas establecidas previamente por otros.
En esta ocasión, a ese componente se añade otro de gran trascendencia: la visibilidad de la selección de fútbol de Palestina, que se encuentra reconocida por la FIFA y participa en sus competiciones, pese a carecer del reconocimiento oficial de Estado con carácter general ni estructuras propias para su organización política independiente.
Otra causa noble que en esta ocasión se manifiesta en términos de pura supervivencia de un pueblo y un derecho en las circunstancias más crueles para su ciudadanía, sometida a embargo, a acoso militar y a violación de sus derechos.
En ese sentido, es oportuno recordar cómo la primera selección vasca de fútbol fue emblema de resistencia frente a la agresión fascista en tiempos igualmente difíciles y llevó su bandera como símbolo de la democracia amenazada, como hoy la de Palestina lo es del derecho de un pueblo a existir y auto determinarse.
Hay valores en el partido de este sábado y en toda la significación de la jornada que exigen la responsabilidad colectiva de preservarlos y que apelan a no instrumentalizar el evento, el relato y el espacio público para objetivos diferentes o actitudes reprobables.