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Isla Busura

Maite Esparza

Fortalezas

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Leo en un artículo que a quienes nacimos en los 70 nos articulan una serie de fortalezas. Encuentro aciertos y tópicos. También nostalgia y la peligrosa trampa que es revisar lo pasado con mirada de hoy.

Paciencia

El capítulo de El Gran Héroe Americano llegaba después de comer. El premio por las notas, en junio. Entre la comida y el salto de cabeza a la piscina había dos horas. Para las familias modernas, una y media. No existía la inmediatez. Se esperaba y el hueco se rellenaba con imaginación, hastío o hiperactividad. Y se sobrevivía, gestión del deseo y el ansia.

Tolerancia a la frustración. No se nos recompensaba por vestirnos sin ayuda a los 10 años. Ni por prestar atención en clase. Ni por sentarnos a hacer los deberes sin levantarnos 73 veces en media hora. Había que hacerlo y se hacía. Había quien no. Equivocarnos, tropezarnos, no era un fracaso que invocara a la terapeuta. Solo parte del camino. También es cierto que la terapeuta, como el fontanero, vive de la necesidad ajena. Y que cuando hacen falta, se les invoca.

Satisfacción con lo que se tiene

Creo que la distancia entre expectativa y realidad era un metro. Escasa. Lo aspiracional no enfocaba el diamante en el lóbulo de CR7 ni el mar turquesa de la instagramer turca. Quizá un vaquero, o llegar a casa dos horas más tarde. Reconozco también que nunca me conformé con el muñeco que una señora me regaló queriendo hacerme creer que era el que yo quería. No, no lo era. Y eso no se hace.

Concentración

Un vinilo narraba una historia con principio, desarrollo y fin. Escucharlo se parecía mucho a un viaje. Como vivir hora y media en un libro. Escribíamos y recibíamos cartas. Arañábamos el fondo del buzón cada mañana a través de la ranura. Y volvíamos a esperar.

No sé cómo habríamos reaccionado ante la sobredosis de estímulos, dispositivos y virtualidad, ni cómo seríamos hoy, cuando el ruido sustituye al pensamiento. Lo descubriremos en veinte años, cuando miremos de frente a nuestros hijos.