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OtrosWojtek Jargilo

A falta de pocas horas para 2026, son un clásico las informaciones sobre cómo el mundo hace este ejercicio de despedida y bienvenida por medio de tradiciones –digamos– variopintas. Los rituales que los humanos manejamos para arrancar el muy simbólico 1 de enero pasan por comer, saltar, romper, besar, beber..., incluso por limpiar la mente con el sonido de 108 campanas desde los templos japoneses.

Ahí están los daneses y su afición a destrozar vajillas, las lentejas que no pueden faltar en las mesas italianas, la quema de monigotes en diferentes países americanos y los fuegos artificiales en ciudades muy distantes de la tierra. Por estos lares imperan las doce campanadas acompañadas de sendas uvas y en Pamplona, la ilusión de muchos por salir al frío de la calle vestidos de Mario Vaquerizo, calabaza o general carlista.

En estas, siempre he deseado probar lo de otros sitios y, aprovechando que un portal inmobiliario asegura que Bortziriak es uno de las mejores lugares para pasar un 31 de diciembre, me puedo imaginar por ejemplo a una familia tailandesa entre la tradición rural y el entorno de bosques y montaña mientras una cuadrilla de Bera participa en el desfile de extrañas criaturas con el que Escocia celebra esta fecha. Por una noche, estaría bien ser otro en otro año.