De los autores de La pasarela que cuesta una tela, llegan ahora La bandera carera, el nuevo gran éxito del verano de Navarra Suma, y el culebrón de Las mascarillas carillas y amontonadas, una coproducción de Sodena y la Confederación de Empresarios.

A las sucesivas olas de calor que nos han venido achicharrando este verano hay que sumarles los sofocos por las subidas de los precios y los pronósticos del desastre múltiple que nos vienen encima. La pandemia mundial, que aún colea, el cambio climático y la guerra de Ucrania nos están mostrando sin tapujos lo dependientes que somos de la energía y de miles de materias y productos que vienen de fuera. Es el momento de empezar a pensar como pobres, en lo individual y a nivel comunitario también. Por ejemplo: no podemos aceptar, sin más, gastos descontrolados generados por pura cabezonería política, como el arreglo de una pasarela que ha estado más años cerrada que en funcionamiento, que costó 669.842 euros en su día y cuyos arreglos están costando ya más de 1,04 millones de euros. Tampoco es el momento de pagar 178.000 euros por una bandera presupuestada en 100.000 y que no aporta gran cosa. No se es más navarro por tenerla más grande (la bandera, digo). Y en el tema de las mascarillas queda claro que es fácil comprar con dinero público, pero, si en una operación fallan las previsiones, la Administración tendría que tener los mecanismos, herramientas y determinación necesarios para poder tomar decisiones con el fin de intentar paliar las consecuencias. Se podrían destinar esas mascarillas a los centros de salud, a los transportes públicos… antes que dejarlas morir del almacén en un ángulo oscuro.