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Aborto y eufemismos

Son de agradecer los términos utilizados por el presidente del Gobierno Foral al denunciar eufemismos invocados para referirse a la dolorosa realidad del aborto. La expresión interrupción voluntaria del embarazo es equívoca, ya que "lo que se interrumpe se puede reanudar, pero un aborto termina con una vida", ha dicho Miguel Sanz. Pues bien, pienso que todavía se puede afinar más: "un aborto termina con un hijo". ¿Acaso las víctimas de estas muertes violentas no son hijos de sus padres? Hablemos con propiedad. Utilizar eufemismos es mentir.

Otro eufemismo: denominar clínicas a los lugares donde se realizan estas prácticas, y médicos a quienes los perpetran. La medicina está para curar y no para matar. Perpetrar un crimen nunca se ha considerado una práctica médica. Considerarlo así resulta un insulto a la inteligencia. ¿Recurrir a la sanidad pública para acoger tal tropelía? ¿Se imaginan por un momento que los nazis, para llevar a cabo su abominable genocidio, hubieran recurrido al servicio alemán de Salud? Bien se cuidaron de hacerlo a escondidas; seguramente porque sabían lo que hacían. No se engañaban.

Secuelas psíquicas. Otro aspecto que se intenta negar y que rara vez se trae a colación. Un crudo reportaje sobre el aborto distribuido hace unos meses por un medio de prensa refleja de modo patente las secuelas psíquicas que padecen los mal llamados médicos que lo practican: se imponían no mirar los restos humanos de la criatura violentada. Evidentemente, también saben lo que están haciendo. Como decía uno de ellos: ¡hay que ver lo que estoy dispuesto a hacer por dinero!

La realidad del aborto es un grave problema que, según el último sondeo del CIS, no parece preocupar mucho a buena parte de la sociedad española. Falta sensatez y sobra anestesia mental. Ojalá los gobiernos no dirijan en serio sus cartuchos a eliminar impunemente vidas, sino a evitar estas muertes violentas con remedios eficaces para evitar o solucionar los embarazos no deseados.