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Diferencias entre las comunidades de Navarra y de Aragón

Me dirijo a los ciudadanos de mi tierra adoptiva, Navarra, para manifestar mi agradecimiento hacia ellos por enseñarme a valorar lo que nunca tendría que tener un precio.

Desde que llegué a esta maravillosa tierra, he aprendido que puede, y de hecho hay lugar, para que tanto la capital, Pamplona, como la multitud de pueblos que conforman esta región gocen de idénticos derechos, que tanto las autoridades, las instituciones así como, por supuesto, la ciudadanía, se preocupen, exijan y consigan que la sociedad navarra se sienta orgullosa de vivir donde viven y como viven.

Como todo en la vida, el sistema no es perfecto y todavía queda mucho por hacer y por mejorar. Pero a los que les parezca que mis palabras suenan a rimbombante exageración, lo único que puedo decirles es que no saben la penosa situación que se vive en algunos lugares que no están muy lejos de aquí.

Uno de estos lugares es la tierra donde yo nací, mi querido pueblo llamado Montón de Jiloca, y que está situado en la provincia de Zaragoza. Como tantos y tantos pueblos en Aragón viven abandonados y olvidados por las instituciones y los políticos. Están vacíos de juventud, y con ello, vacíos también de ilusiones y de esperanzas.

La falta de expectativas, así como de planes de viabilidad rural hacen que, para algunos, el destrozar un bonito y rico entorno con infraestructuras innecesarias, se antoje como la única manera de atraer la tan añorada riqueza.

¡Cuánto queda por aprender!

Reitero, una vez más, mi agradecimiento a esta tierra navarra, que hoy día también la siento como si fuera la mía, por enseñarme que un desarrollo sostenible no es un sueño sino que puede ser una realidad, cuando es eso lo que se busca, claro.