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Violencia en las vaquillas

En las fiestas de mi ciudad Pamplona-Iruña del año 1971 asistí por primera vez al espectáculo de suelta de vaquillas en la plaza de toros, recordándolo alegre y divertido, transcurriendo 40 años, el pasado 12 de julio me senté en la grada por segúnda ocasión, prometiendo que nunca volveré a dicho recinto, hasta que desaparezca la violencia visible é innecesaria, a ojos de miles de personas donde estaban incluidos muchísimos niños y niñas. ¿Qué ocurrió? Pues la actitud de algún participante que se aferró durante segundos a la sufrida vaquilla, liberándose a continuación de la protagonista, entrando seguidamente en acción los justicieros del coso taurino, en forma de directas agresiones físicas -sin tiempo de reaccionar- a los sabedores ó no sabedores de las vigentes leyes, normas o reglamento existente en la citada plaza, condenándolos a continuación al inmerecido castigo. Estos violentos hechos no tienen que ocurrir, existiendo la necesaria obligación por parte de los responsables de la plaza, de respeto a la persona (incluso con mal comportamiento) implantando medidas para impedir lo mencionado, siendo necesario explicar y corregir a los autores (por medio de personal autorizado y claramente señalizados) que las citadas acciones están prohibidas en la circular pamplonesa. Ese mismo día, a partir de las 18.30 horas, tres hombres habitualmente no tendrán ninguna compasión ni consideración con seis toros, ajusticiando en vivo y en directo en agónica muerte, siendo aplaudidos, ovacionados, incluso saliendo por la puerta grande a hombros los ejecutores, con el beneplácito de aproximadamente unos 20.000 asistentes, de un total de 200.000 habitantes de nuestra respetable ciudad.