En el pueblo estábamos encantados, el alcalde nos lo había dejado de cine. Polideportivo y piscinas nuevos, un club de jubilados enorme con casa de cultura incluida, campo de fútbol de hierba, un pueblo ejemplar. Ahora ya no está aquel alcalde, porque luego nos enteramos de que la empresa que hacía todas las obras era de un primo suyo de Cuenca que además le pasaba un pico, con razón se hizo el chalet. Ahora está con él como socio en la constructora. Con lo de la burbuja mandaron a todos al paro y, como habían ganado tanta pasta, están construyendo en Panamá o en Argentina.
El pueblo ya no es lo mismo, el Ayuntamiento tiene tal deuda que no puede ni pagar el sueldo de los tres municipales. Las piscinas no se han abierto este verano y los que utilizan el polideportivo se tienen que duchar en casa porque no hay presupuesto para el agua caliente. Lo único que funciona es el bar del club de jubilados que, como es el más barato y el más grande, está lleno de parados todo el día jugando a las cartas. Bueno, y la casa de cultura, que la utiliza un parado que da clases de salsa para ganarse unas pelas.
Esto del pueblo es lo que han hecho nuestros políticos en este país, pero a lo bestia. Ahora vemos al señor Rajoy rasgándose las vestiduras y diciéndonos lo que hay que hacer. El mismo, que en las anteriores elecciones, mientras Zapatero compraba votos con el despropósito de los 400 euros y 1.500 por niño, proclamaba que si le votaban a él, serían 2.000 euros por el primero y 3.000 por el segundo. Se han gastado el dinero que teníamos, el que pidieron prestado y el que aún nos tienen que prestar. Todos deberían ser juzgados. Los corruptos como el alcalde del pueblo que son muchos, pero sobre todo los honrados, porque lo suyo ha sido la incompetencia, la ineptitud, y sobre todo la irresponsabilidad más vergonzosa que ha sido mucho más grave y nos han hecho mucho más daño que el que hayan podido hacer los estafadores de turno e igual de delictivo puesto que cobraban por hacerlo bien. Una irresponsabilidad y falta de ética tal que les permite seguir en sus puesto como si el haber hundido un país no tuviera que ver con ellos. Si les dejamos seguir ahí, después habrá que callarse. Los irresponsables seremos nosotros.